domingo, agosto 18, 2013

El Madrid intentará aprovecharse del desconcierto del Barcelona


Si es usted de esos valientes que no simpatiza con el Real Madrid ni con el F.C. Barcelona, empieza una de las temporadas más aburridas de la historia. La diferencia de los dos grandes clubes españoles con el resto de competidores no ha hecho sino ampliarse en un verano en el que Isco, Illarramendi, Jesús Navas, Joaquín, Negredo, Soldado, Falcao y muchos otros jugadores estrella han dejado sus clubes para reforzar la Premier League, la liga francesa o el propio Real Madrid.

De hecho, el único que realmente se ha mostrado activo en el mercado es el club blanco. Carvajal parece un buen lateral de futuro, Isco tendrá que luchar contra unas expectativas descomunales en una posición superpoblada e Illarramendi es un excelente jugador que parece que ha llegado en el peor momento, cuando de repente se han dado cuenta de que ya tenían a Casemiro para ese puesto. Como es habitual, la política de fichajes del Madrid atiende menos a las necesidades que a los reclamos publicitarios y los jugadores que llegan son siempre de primer nivel pero no lo hacen al mejor precio posible, desde luego.

Después de unos 65 millones invertidos y a la espera de que se cierre el fichaje de Bale no por menos de 100, lo cierto es que el Madrid sigue con solo dos delanteros centros en la plantilla, uno de ellos recién ascendido del filial, y tres centrales de garantías, aunque Pepe ha sonado en varias quinielas de traspaso y el verano aún no ha acabado. La confianza en Morata me parece lógica porque es un excelente delantero, pero no sé si está todavía para llenar el hueco de Higuaín, como tampoco sé si Nacho está para cubrir los de Albiol y Carvalho, dos veteranos que raramente fallaban cuando Mourinho contaba con ellos.

En cualquier caso, el Madrid me sigue pareciendo el favorito para ganar la liga. No es una gran apuesta porque en realidad solo dos pueden ganar, así que la cosa está al 50%. El resto, ya digo, no tiene opción alguna y lo más probable es que el campeón, sea quien sea, vuelva a rozar, alcanzar o incluso superar la barrera de los 100 puntos, cifras completamente ridículas en una competición digna de ese nombre. ¿Por qué es mi favorito si ni siquiera es el club con el que simpatizo? Muy sencillo: la plantilla es descomunal. Puede que tenga dudas con el cuarto central o el segundo delantero, pero la variedad de jugadores en los distintos puestos es difícil de comparar en el escenario europeo.

A eso añadan que este año parece que el entrenador y los jugadores van a estar en el mismo barco, algo que la temporada pasada está claro que no sucedió y son ustedes libres de repartir culpas como mejor les parezca.

Pero, para mí, el detalle que marca de verdad el favoritismo del Madrid es la incomprensible espiral autodestructiva en la que ha entrado el Barça. Es complicado entender cómo un club que gana cuatro ligas, dos copas y dos Champions en cinco años jugando el mejor fútbol del mundo puede estar metido en una abierta guerra civil entre Rosellistas, Guardiolistas, Cruyffistas y un largo etcétera. Sumido en un estado de insatisfacción constante, el verano ha sido de todo menos plácido en Can Barça y yo estoy convencido de que las ligas se ganan y se pierden en verano, como se demostró el año pasado, cuando el Barcelona salió del mes de septiembre ya con siete puntos de ventaja.

Dejando a un lado la desgracia de Tito Vilanova, el panorama no es alentador: incluso con Tito sano se le acusaba de ser demasiado afín a la directiva, de haber traicionado a Guardiola, de dejar escapar a Thiago… ahora llega el Tata Martino y lo primero que sale es que lo ha traído Messi, que cómo es posible que tenga su propio equipo técnico y no cuente con los de la casa, que qué va a pasar ahora con los canteranos… Todas esas dudas constantes en un equipo campeón hacen que se olvide lo primordial: la corrección de defectos en el campo.

Si bien es cierto que los principales problemas del Barcelona en los últimos dos años han tenido que ver con el bajón de intensidad que hace que la presión no sea como antes, que el equipo se parta en dos y que los contrarios lleguen con más facilidad mientras el ataque deriva en demasiadas ocasiones en un Messi contra el mundo, algo tendrá que ver también en esa falta de intensidad, física y mental, la nula renovación de la plantilla y la manía, año tras año, de contar con poquísimos jugadores que además compiten en verano con su selección, con el cansancio acumulado que eso conlleva.

El fichaje de Neymar no admite dudas, pero tampoco sé si es razonable pedir un rendimiento inmediato a un chico de 21 años que va a jugar sus primeros partidos en Europa. La lesión muscular de Messi preocupa por una razón: no sabemos cuál es, igual que no lo sabíamos a finales de la temporada pasada y el pobre se pasó dos meses en el banquillo o arrastrándose por el Olímpico de Munich, llegando a salir por su propio pie, desesperado, en el Vicente Calderón. “Molestias” es lo más que se saca. Tampoco sabemos qué va a pasar con Puyol ni qué es eso de la anemia de Neymar, por qué se filtra desde el club la noticia, luego Scolari dice que es imposible y el propio jugador acaba diciendo que ya está perfectamente bien, que qué cosas tiene la prensa.


Desde fuera da la sensación de que el Barça zozobra dentro de una falta de transparencia preocupante y eso dificulta la confianza en una plantilla cogida con alfileres: no hay ni un solo delantero centro en el equipo, Xavi tiene un año más y su previsible sucesor se ha ido al Bayern, y no hay garantía ninguna de que Bartra, Dos Santos y Sergi Roberto den el salto de calidad que se espera de ellos desde hace años. Una racha de tres o cuatro lesiones puede ser letal para el equipo y a lo largo de 60 partidos esas rachas son habituales.

Artículo publicado originalmente en el diario El Imparcial dentro de la sección "La zona sucia"