viernes, agosto 16, 2013

Rocío López en El Cairo


Cuando Rocío López acabó su contrato en Radio Exterior tenía 26 años y esa sensación tan habitual en mi entorno de que todas las puertas estaban cerradas. La prensa se hundía y con ella miles de periodistas que se iban a la calle, ¿qué posibilidades había de entrar en una industria donde a la gente la estaban echando a patadas? Esperó unos meses y decidió irse a El Cairo. A mí la decisión no me gustó nada porque yo soy de naturaleza cobarde y si ya me cuesta irme a Egipto de vacaciones a ver las pirámides, imagínense a un Egipto post-revolucionario, en pleno proceso constitucional.

Rocío sabía árabe y eso era una ventaja enorme. Además, ella es valiente y, lo más importante, se veía ahí, lo consideraba una oportunidad irrepetible. En España no había muchas cosas que la ataran y al fin y al cabo, Egipto está a la vuelta de la esquina, como quien dice, no mucho más lejos que Londres en avión. Así que, ahí se plantó, pasó unas semanas complicadas, fue haciendo vida y amigos e incluso encontró trabajo para una televisión española con sede en Irán. Le pagaban. No sé si mucho o si poco pero le pagaban y para una periodista de ya 27 años eso es más de lo que se puede pedir en España.

Un año más tarde, resulta que Rocío López es portada de El País y el pasado jueves incluso copaba las dos primeras páginas. Antes de eso, tardes y noches en Tahrir informando para Telecinco y crónicas sueltas para La Razón. En sus propias palabras, "según se van los corresponsales de un medio o de otro de vacaciones, me van llamando a mí". La deposición de Mursi y los altercados posteriores la han convertido de la noche a la mañana en un pequeño fenómeno mediático. Para Egipto es una pésima noticia, los amigos no podemos estar más orgullosos.

Creo que lo bonito de la historia de la pequeña Rocío no es ya que saliera de Barajas sin nada y ahora cope portadas por su excelente trabajo -ya había dado muestra de su talento cuando le encargamos un reportaje para UNFOLLOW y nos entregó esto- sino la enorme alegría que sentimos todos sus amigos. Ir a casa de la Chica Selectiva y ver que tiene todos sus artículos guardados, que la Chica Diploma salga por la mañana y vuelva con el periódico para que recortemos sus colaboraciones, el alboroto en Facebook cada vez que su cara aparecía en el informativo de Telecinco...

Yo recuerdo una vez, en 2004, que mi nombre apareció en Babelia. Era a propósito de un nuevo libro de Ray Loriga y se citaba un artículo mío como referencia. Me quedé a cuadros. Tenía 27 años también y ver mi nombre en Babelia me superaba. Solo una mención, por supuesto, pero para que se hagan una idea, no se ha vuelto a repetir. Me lié a llamar a amigos para explicárselo pero era desolador ver que no lo entendían. Que compartían mi alegría, si se quiere, pero que no sabían hasta qué punto era importante para mí ese reconocimiento.

Quiero pensar que Rocío, en El Cairo, siente el reconocimiento y siente la empatía, por muy agotada que esté. Sabe que ha hecho todo tan bien como para haber conseguido abrir El País y ver tres páginas suyas. ¡Se imaginan que hubiera soñado siquiera eso en Madrid, que hubiera llamado a Miguel Yuste y hubiera propuesto un tema de portada más dos páginas interiores! La hubieran mandado con Joaquín Estefanía al Master, a pagar 10.000 euros y conseguir ser becaria en la SER tres meses para luego irse a la calle. Rocío prefirió aprender en la calle y en la plaza y le ha ido bien, pero, insisto, espero que aparte de ser consciente de eso, sea consciente de hasta qué punto aquí la queremos y la entendemos e incluso de vez en cuando nos dan ganas de decirle: "Vuelve, antes de que la cosa se complique más".

Espero que sepa que su fiesta es en parte también la nuestra y que eso es precioso y que no a todo el mundo le pasa: conseguir triunfar en tu profesión y en tu vida, que tus amigos vayan coleccionando tus éxitos. No tanto por los éxitos, por supuesto, sino precisamente porque son tus amigos.