miércoles, agosto 28, 2013

Cosas que las novias (y las ex novias) deberían saber



Escribe Mark Oliver Everett:

"A lo largo de mi vida ha quedado demostrado que, si estoy en una habitación y en esa habitación hay una persona capaz de convertir mi vida en un infierno, la encontraré enseguida, desearé que se ponga a hablar conmigo, me sentiré como si hubiese encontrado la pieza que le faltaba a mi puzzle, empezaré a fantasear y a ver imágenes de los dos despertándonos juntos, de nuestros hijos, de nuestras tumbas contiguas dentro de cincuenta años, y encima creeré que eso es lo que quiero. Por algún motivo que desconozco, Dios ha hecho que las mujeres que me atraen estén todas locas".

Es una queja bastante masculina, en general. Ellas tendrán sus quejas y no les faltará razón. He conocido unas cuantas chicas que encajarían perfectamente en el perfil de "loca" y he coqueteado con el abismo como haría todo esteta. No creo que haya fantaseado demasiado más allá de eso y desde luego nunca les he permitido que conviertan mi vida en un infierno, que al fin y al cabo es una cosa que suele depender de uno mismo y de dónde establezca sus límites.

Por lo general, diría que cuando he entrado en una relación kamikaze -y, por supuesto, lo he hecho varias veces- he sido siempre consciente de ello y lo he visto desde una distancia, como una especie de juego, excepto, puede, en una ocasión, pero fue muy breve y la chica no estaba tan loca, que era lo desconcertante. Lo peor de alguien es no saber de qué pie cojea -los ingleses utilizan una expresión maravillosa, "figure out", que podría ser algo así como "descifrar"- aunque a menudo eso es también lo más atractivo, lo más fascinante, la sensación de que esa persona es tan especial que puede cambiar tu vida por completo y nuestra vida, salvo excepciones, es algo que no suele gustarnos.

Hache me dijo en una ocasión "eres muy malo enamorándote". Creo que lo decía porque pensaba que estaba enamorado de ella y no la culpo: yo hice todo lo posible por dar esa impresión y los famosos consensos apuntaban en ese sentido. Supongo que los dos tarareábamos un "tú juegas a quererme, yo juego a creerme que me quieres por si eso nos lleva a algún lado", pero no, yo no estaba enamorado de ella, ella no pudo creer de verdad que lo estuviera y sin embargo le regalé un sentimiento aún más maravilloso: la fascinación.

Volviendo a las "chicas locas" de Everett, podría decir que también fascinan pero que rara vez enamoran. A mí no me enamoran. Y si me han enamorado, desde luego no me he casado con ellas ni he pensado en una vida entera despertándome a su lado. Eso lo he hecho solo con la Chica Diploma y, he de reconocerlo, hace unos quince años, con mi Novia de los 90. Ninguna de las dos estaba loca, al contrario, son tan cuerdas que asustan, que es imposible engañarlas con ninguna narrativa y lo único que te queda es asumir la realidad y dejarte de ensoñaciones, con lo bueno y lo malo. Tampoco creo que ni B. ni la Chica Ratón estuvieran locas. En absoluto. Y ninguna tuvo ningún interés en hacerme la vida imposible, como mucho intentaban salvarme de algo sin que ninguno de los tres supiéramos de qué.

Son reflexiones de miércoles por la mañana en la cama. Me levanto a las 8, cuando la Chica Diploma sale de casa, y a veces me pongo a trabajar directamente y otras, una inmensa minoría, abro un libro y dejo pasar el tiempo. Hoy solo podía ser una hora porque tengo un día cosladeño por delante, pero me hace ilusión pensar que algún día, el dejarse llevar podrá durar la mañana entera, luego la mañana y la tarde, luego hasta la hora de dormir de nuevo, como durante el verano de 2011, el verano en el que no había futuro y todo era maravilloso, cuando me tumbaba a leer biografías de Marco Aurelio de 800 páginas y así pasaba las horas.

Desconectar, eso me haría falta, pero, ¿cómo? Un día, hace seis años, quizá siete, le dije a mi psicóloga en un ataque de optimismo: "Me estoy empezando a sentir cómodo con el mundo, lo bueno de cumplir años es que te vas sintiendo como en casa". Ahora mismo no diría eso. Ahora mismo diría que cumplir años es como una bola de nieve bajando por una ladera empinadísima por la que vas cogiendo velocidad y pierdes toda referencia y rezas por que lo que venga inmediatamente después no sea un muro que no te va a dar tiempo a evitar. Una vida incontrolada.

Yo, que he intentado jugar a descontrolar mi vida en multitud de ocasiones sin éxito alguno pero con buenas novelas, me encuentro ahora gritando dormido por las noches y levantándome a horas estúpidamente tempranas, perdiendo un verano entero sin saber cómo y con la anticipación constante de algo que tiene que venir: la siguiente voltereta. La Chica Diploma señalaba ayer mi incapacidad para la relajación, la necesidad de ver cada cosa que hago, incluso lo que hago porque quiero en mi tiempo libre, como una obligación más. Así es la vida en la bola de nieve, me gustaría explicarle. Si no pensara que lo entendería y que, en un momento dado, parará la bola o al menos disminuirá la velocidad con una caricia, no me casaría con ella en 15 días, que se dice pronto.