A Pepe Albert de Paco le gusta cuando escribo sobre el Toni 2. Tiene una fijación con el lugar y con mi presencia en ese lugar, que a él le pilla un poco lejos. A mí me sorprende, porque ni el Toni 2 ni yo ni nuestra combinación tiene nada de mágico ni de literario, como mucho tendría algo de decadente, pero a mí la decadencia me gusta como espectador, nunca como protagonista. Yo no me siento cómodo estando en los sitios de los que escribo; no soy Umbral, no tengo un personaje, no cambio de registro como un actor de "sit-com" salvo cuando me pongo a dar clases y resulto terriblemente encantador.
A mí me gusta hablar con chicas en las barras de bar y analizar mi propia inconsistencia. El Toni 2 no se presta a eso. El Toni 2 es un sitio ruidoso y para borrachos, donde tienes que entrar a dos patas y salir a cuatro y donde probablemente el encanto esté en la humillación, sea propia o ajena. Uno jamás iría a la calle Almirante para charlar con una chica sobre la Supercopa de España, hasta qué punto el cine español es creíble o fantasear con todas las noches reversibles de la primera década de siglo.
El Toni 2 es un lugar donde matas o mueres, esto es así. Si quieres términos medios, búscate otro lugar.
Ahí es donde entra el Jose Alfredo. En el Jose Alfredo sí puedes dejarte seducir por la belleza, contemplar desde la barra con tu mojito en la mano, engancharte a conversaciones ajenas, tocar la espalda de actrices, intentar entender nombres imposibles, charlar con fisioterapeutas sobre narrativa, la viscosa narrativa que lo llena todo. Son noches raras las del Jose Alfredo, noches de Henry Miller. Esta mañana hablaba de Miller a mis alumnos de Escritura Creativa y me sentía raro. Digamos que el Jose Alfredo es el sitio donde Miller se pasaría las horas en un ataque de angustia preguntándose: "¿follo o escribo mi puto libro?"
La narrativa. Yo necesito la narrativa como necesito la música. Si no hubiera narrativa, si yo no pudiera escribiros, describiros, imaginaros, convertiros a cada una en un personaje... entonces tendría que follaros a todas y lógicamente eso es imposible. Mi estética es la del chico que no molesta. Un ludópata sentimental. "¿Quieres jugar, Guille? Muy bien, ¿pero quieres ganar?" A mi ganar me da vértigo. Tiene lógica en un chico que no quiere estar en los sitios de los que escribe, me remito al primer párrafo. El Jose Alfredo es un buen sitio para fantasear con la victoria y salir luego goleado. Sin estridencias. El Toni 2 es una conferencia de prensa de José Mourinho y el Jose Alfredo es una previa de Pep Guardiola. Todo son elogios y parabienes y cuando te vuelves a casa resulta que te han caído ocho.
La vuelta a casa, esa es otra historia. Recuerdo una noche cantando "Antihéroe" desde Almirante a Churruca. Recuerdo otra noche voceando "Common People" desde Príncipe Pío a Tribunal. Las noches en el Jose Alfredo, noches con chicas que han sido portada de FHM, directores con Goya, actrices impresionantes, actores de Fotogramas y Cinemanía... acaban siendo noches de Standstill y Vetusta Morla, es decir, noches sin sentido. Noches en las que atravesar, a eso de las tres y media, la plaza de la Luna y subir por la Corredera retorciéndose a la izquierda, dejar a un lado The Wall con sus indefinibles chicos de otra generación y pensar que tu vida es una mezcla de la perplejidad de "Los días raros" y la sinrazón de "¿Por qué me llamas a estas horas?"
Lo importante son los goles y no los colores. Aún quedan vicios por perfeccionar en los días raros.
Le escribí hace poco a una actriz, una actriz muy joven y que pronto será portada de muchas cosas, lo quiera o no... una actriz que viene a ser algo así como mi hermana pequeña igual que el director de su película viene a ser mi hermano mayor. Le escribí, decía, algo que pretendía ser impactante pero no era sino el efecto eufórico de una resaca de mojitos: "Si alguna vez me pongo a tararear una canción cuando estoy contigo, eso querrá decir que me has perdido. Lo que nunca se puede saber es cuándo voy a volver. Eso es imposible".
Es literatura -es narrativa- pero es cierto. Cuando Standstill entra por la puerta, Guille Ortiz salta por la ventana. Esos fueron los efectos de la primera resaca, los efectos de la segunda fueron igual de pedantes pero algo más melodramáticos: "Intentar entenderme un poco es fácil, pero entenderme del todo es complicadísimo". Esto no quiere decir que en el Jose Alfredo nadie se preocupe lo más mínimo en entenderte del todo, pero "un poco" quizá si valga. En el Toni 2, no. En el Toni 2 te abres paso a golpe de machete y confías en que esa noche los mosquitos te dejen dormir.