martes, octubre 25, 2011

Granada 0-Barcelona 1



Hay un bajón en el juego del Barcelona. Es lógico. Si el equipo no está cansado, lo parece. Tensión competitiva desde agosto con las supercopas y tres partidos por semana. Sumen a eso unas cuantas lesiones en puestos clave, partidos con selecciones que incluyen en ocasiones viajes transoceánicos y tendrán algunas de las respuestas a los cuatro últimos partidos infames del club catalán.

Ahora bien, el problema es que la cosa no va a ir a mejor. Con el Madrid como rival, cada partido de liga tiene que ser una victoria y lo contrario se vive como un drama, basta con ver lo sucedido ante el Sevilla el sábado. En dos meses, el Barça se tiene que ir a Japón a ganarle el Mundialito al Santos de Neymar y Ganso y en medio queda certificar el primer puesto en la Champions, cosa que dependerá del partido que dispute en San Siro ante el Milan.

Un segundo puesto puede condenarle a un cruce más que delicado ya para empezar.

Hay una teoría que habla de ciclos en la preparación física del Barcelona cada temporada para llegar a los momentos clave en plena forma. Sinceramente, a veces cuesta verlo: el año pasado, el equipo parecía fundido en febrero y siguió pareciéndolo en marzo, abril y mayo. Sólo recuperó su mejor fútbol cuando, ya decidida la Liga y la Copa, se permitió casi tres semanas de descanso antes de jugar la final de la Champions League en Londres.

No sé si esto forma parte de uno de los estudiados planes quinquenales del cuerpo técnico culé. Es posible. Lo que es indudable es que el equipo ha bajado al menos dos marchas con respecto a sus primeros partidos. Curiosamente, lo que ha perdido en explosividad lo ha ganado en solidez defensiva, cosa que le criticábamos a principios de temporada. El Barcelona saca adelante los partidos con más oficio que espectáculo  y manteniendo su puerta a cero. Si no me equivoco, desde que Pablo Hernández marcara en Valencia, el equipo de Guardiola no ha vuelto a recibir un gol ni ha precisado de acciones heroicas de su portero.

Es triste decirlo dentro de tanta retórica grandilocuente, pero al final las ligas se ganan así: acumulando Zamoras. Poca gente recuerda que el Madrid fue el máximo goleador de las dos últimas ligas, pero no le sirvió de nada: la estructura defensiva del Barça multiplicó su competitividad. Este año, que no hay defensas y todo está cogido con alfileres, la cosa puede repetirse, aunque el doble tirabuzón que supone la elección de una plantilla así, sin delanteros ni centrales, ya se ha comentado ampliamente en anteriores artículos.

Ante el Granada, la victoria fue producto de la inercia. Juegan el campeón y un recién ascendido y gana el de siempre. Poco más. El juego fue atroz, especialmente en la segunda parte, cuando los locales se quedaron con diez.  Es absurdo pedirle al Barcelona que juegue maravillosamente bien 60 partidos cada temporada pero cuando engancha cinco como los jugados ante Sporting, Rácing, Viktoria, Sevilla y Granada… uno se preocupa, lógicamente.

No hay agresividad, probablemente porque no hay piernas. No hay ventajas y cuando las hay los jugadores no tienen la mente clara. El caso de Messi es paradigmático: hasta trece balones perdió contra el Granada, casi todos jugados en posiciones favorables. De nuevo, al equipo lo sujetaron Busquets, Iniesta y Xavi, autor del gol de falta en la primera parte. Isaac Cuenca apunta muy buenas maneras pero obviamente aún le falta. Pedro se lesionó –para lesionarse poco, los jugadores del Barcelona parece que están cogiendo carrerilla- y la entrada de Villa se tradujo en mayor embudo y un par de fueras de juego marca de la casa.

En serio, sé que me cebo y que es injusto y que Villa lo ha demostrado todo en el fútbol, pero verle pegado a la banda, solo, con la referencia de los centrales en su perspectiva y aun así empeñarse en colocarse medio metro por delante justo en las narices del juez de línea me descompone. No lo entiendo.

Los últimos minutos fueron un reflejo de la situación actual del Barcelona: jugando ante un equipo muy inferior que tenía un jugador menos, los de Guardiola se limitaron a rondar el área como un equipo de balonmano, sin ninguna profundidad, casi con pereza. Es cierto que Messi perdió muchos balones, pero también es cierto que fue el único que encaró. El resto, desaparecidos. Tuvo incluso el empate el Granada en un par de balones en profundidad que resultaron en fueras de juego cuando Geijo y Benítez se plantaban solos ante Valdés. El segundo lo fue, el primero no lo pareció.

En cualquier caso, la situación era absurda: el Barça no puede exponerse a que un juez de línea decida en centésimas sobre milímetros. La presión de los delanteros y los medios fue inexistente y quiero pensar que fue una cuestión de físico más que de actitud. La actitud, a estas alturas, está fuera de toda duda.
Es pronto para sacar conclusiones en cuanto a la competición se refiere. Si Levante y Real Madrid empatan mañana, el Barcelona volverá a ser líder y todo serán parabienes. Las preocupaciones son las de principio de temporada: el Barça tiene tres centrales, dos están lesionados y uno no cuenta ni para un minuto, lo que obliga a un lateral y un medio centro a jugar fuera de posición, a Busquets a tener que jugar todos los partidos –y cuando no juega, ya vimos- e impide que Alves se suelte en ataque, siempre atento al cruce atrás.

Para más inri, decidió contar solo con un delantero centro en toda la plantilla: David Villa, que juega de extremo. Todo lo demás son falsos nueves que a veces funcionan y a veces no. Pedro, Alexis, Afellay y Soriano, los acompañantes naturales de Villa y Messi arriba, están lesionados. Aunque no lo estuvieran, se antojan pocas bazas en ataque. A mí no me preocupa que un partido se empate y el otro se gane por la mínima jugando mal. Me preocupa la planificación porque ya me preocupaba en agosto.

Quedan 45 partidos, en el mejor de los casos, y el equipo parece cansado. Si es una táctica, hace bien en sobrevivir como sea, esperando tiempos mejores. Si es el reflejo de una acumulación de partidos, el año se va a hacer muy largo.