La última vez que el PP decidió tachar cualquier protesta de "política" e "izquierdista" cuando cientos de miles de personas llenaban las calles del país consiguió pasar de la mayoría absoluta a la oposición, algo que hasta el momento solo había logrado el cadáver de la UCD que se presentó -por decir algo- a las elecciones de 1982.
Esto debería servir de antecedente pero no parece que esa sea la actitud predominante en el partido que, nos guste o no, pasará a gobernar el país a partir del 21 de noviembre de 2011. Basta con ver
las portadas de la prensa afín para demostrar que todo lo que tiene que ver con el 15-M es fuego, caos, desorden, furia... aunque la foto se haya tomado en Roma, en eso ya sabemos que
no hay problemas.
Aquí habría que distinguir varias cosas: de entrada, negar que la convocatoria del 15-0 ha sido un éxito de concurrencia es absurdo. Ha sobrepasado con mucho, en todas las ciudades españolas, las previsiones de los organizadores. Yo me limité a colocarme en la esquina de Alcalá con Gran Vía a ver gente pasar -un "trainspotting" a la madrileña- y estuvieron pasando durante una hora y pico, incluso desviándose por las dos calles para encontrar hueco.
Negar también que hay una serie de problemas objetivos que no son solo económicos sino políticos, en cuanto a manejo de la crisis, distanciamiento del ciudadano, conciencia de un deficiente sistema de representación empezando por la ley electoral y una clara manga ancha para numerosos desmanes de cargos políticos elegidos directamente o por vinculación es negar la realidad. Está en todos los medios todos los días. Lo bueno de la prensa de trincheras es que, aunque cada bando se encargue de tapar lo suyo, el de enfrente lo denuncia, así que entre gasolineras y trajes de Milano pasa uno el año más o menos entretenido, que no diría informado.
Otra cosa es que la cantidad de gente que uno pueda convocar quiera decir que uno tiene la razón en las soluciones. Ni siquiera está claro cuáles son las soluciones del 15-M o el 15-O o el 15-X, como quieran llamarlo. Lo malo de estas manifestaciones masificadas es que cada uno sale con su bandera y su indignación y si tiene que pedir menos alimentos transgénicos los pide y si le da por proclamar que el único problema de Libia en estos 35 últimos años es que el capitalismo está masacrando al pueblo con sus bombas, adelante. El derecho a manifestación es lo que tiene, que la gente a menudo manifiesta cosas absurdas.
Pero es su derecho.
Y no desaparecen nada más ejercerlo.
Pensar que las propuestas y soluciones de lo que se ha dado en llamar "Movimiento 15-M" o, por seguir a la prensa, "los indignados" -un favor indebido a Hessel, puesto que prácticamente nadie ha leído el panfleto en cuestión y, si lo ha leído, se habrá dado cuenta de que no hay nada allí de lo que le hizo en su momento salir a la calle- son absurdas y ridículas me parece una opción muy respetable. Pero eso no hace que los problemas desaparezcan. Me explico: no se puede tratar a la ciudadanía como un servicio de atención al cliente: "describa exactamente cuál es la causa de su malestar y qué solución quiere al respecto y la estudiaremos". Eso es imposible.
La gente protesta y muchas veces no sabe ni contra qué protesta ni es del todo consciente de qué soluciones son viables y qué soluciones son ridículas. En eso consiste tener problemas, básicamente, en no conocer las soluciones. No digo que el Gobierno de turno tenga que atender a cada reclamación, pero no debería obviarla. Ninguno de los dos partidos que se alternan en el poder debería, en mi opinión. Es un riesgo no solo cívico sino de rentabilidad electoral: cuando no les escuchas, la gente deja de votarte. Insisto, esto deberían saberlo. "Escuchar" no quiere decir "obedecer", hay mil términos medios. Obviar el malestar e ilustrarlo como una guerra contra la democracia es no entender nada.
Está claro que ha habido una deriva a la izquierda del movimiento 15-M y con la llegada del PP a La Moncloa irá a más. A mí me disgusta porque lo que me atrajo en su momento, como propuesta regeneracionista, era la capacidad de aunar todo tipo de sensibilidades aunque fuera con alfileres. Lo que se dio a llamar, hashtag incluido, "Sin banderas". Supongo que aquí entramos en un círculo vicioso: la prensa de centro-derecha clama contra el movimiento, los ciudadanos de esa sensibilidad empiezan a verlo con suspicacia, dejan de acudir a las manifestaciones o concentraciones e inmediatamente fuerzas más o menos organizadas de izquierdas copan los mensajes y las pancartas.
Bueno, es una pena, pero si yo organizo una fiesta tampoco me puedes echar la culpa porque te has quedado en casa. Yo creo que el votante del PP podría salir a la calle a protestar, con su bandera española y torito bravo incluido, ¿por qué no? No creo que nadie fuera a decirle nada y desde luego no creo que el votante del PP no comparta los problemas del resto de sus compañeros de universidad, trabajo, cola de paro... Por supuesto, entiendo el recelo y el miedo, toda esa peligrosa y absurda retórica del "cordón sanitario" que se impuso durante años y todo ese revanchismo barato del "A por ellos, oé".
Salir de casa es un derecho y no una obligación, hasta ahí podíamos llegar, pero porque no veas o no escuches algo no quiere decir que ese algo vaya a desaparecer. Que el malestar de cientos de miles de ciudadanos te parezca injustificado o sus soluciones te resulten un disparate no quiere decir que ese malestar vaya a esfumarse por arte de magia. Convivir es muy jodido, y en una democracia más, y, lo siento, pero hay que escucharse; más en medio de una crisis como esta, que afecta a toda la sociedad, a un modo de vida, y no tiene pinta de acabar pronto.
Insisto: hay dos opciones. Una es levantar las manitas y abuchear a los banqueros. La otra es ponerse el pasamontañas como en Roma o Atenas y quemar lo que se ponga delante. Yo prefiero la primera. Yo quiero escuchar al que elige la primera porque me está pidiendo ser escuchado. Luego me puede parecer idiota su solución o no, pero me ayudará a saber qué demonios está pasando por su cabeza. Irse a cenar a "El Bulli" -ah, perdón, que lo han cerrado- y pontificar sobre lo estúpidos que son nuestros jóvenes y lo radicales que son nuestros izquierdistas es ver la realidad con un parche en el ojo. Por supuesto que muchas soluciones son demenciales, pero los problemas... ¿de verdad vamos a pensar que son los problemas solo de radicales inadaptados, izquierdistas furiosos, enemigos políticos?, ¿nadie está viendo que esto es un problema de toda España, toda Europa, todo Occidente?, ¿se van a limitar a echar mierda para taparlo todo?
Es una opción y a nadie le cabe duda de que esa opción va a llevar a corto plazo al PP al Gobierno. Pero a medio-largo plazo el ejemplo de Irak y el ejemplo del propio zapaterismo, ese populismo mediocre que ha acabado azotado y derribado por un populismo inverso, no parece una gran opción. La decisión es suya, pero los gobernados somos nosotros. Algo nos va en esa decisión. En algo les necesitamos.