Messi jugó tres malos partidos. A mucha gente le sentó muy
mal que se dijera que Messi había estado más flojo esos tres partidos, como si solo se pudiera decir lo bien que juega cuando juega bien y callar el resto el tiempo, y otra gente se
lanzó a apuntar una supuesta crisis cuando en realidad estábamos hablando de 10
días dentro de una temporada de 10 meses. En medio de toda esa locura, el Barcelona recibía al Mallorca con esa sensación de
ambiente enrarecido que de vez en cuando rodea al Camp Nou, sin saber si el
partido serviría para reivindicarse o, al contrario, para alimentar un debate
precipitado.
La alineación no invitaba al optimismo, pero una alineación
no sirve de nada hasta que no se despliega sobre el terreno de juego. Si
Guardiola y Messi estaban en duda, poco tiempo tardaron en cerrar la discusión.
El planteamiento del técnico fue de matrícula, perfectamente adaptado al rival.
En serio, hay que perder el miedo a decir cuando alguien lo hace mal o cuando
lo hace bien. Analizar un partido es eso: analizar un partido, no una
trayectoria deportiva.
Volvió a un 3-4-3 que en realidad venía a ser un 3-3-4, con
dos extremos pegados a las bandas –Adriano y Cuenca- y con los dos delanteros –Villa
y Messi- buscando superioridades por dentro con Keita y Thiago. Para abrir al
equipo contrario era una solución brillante: Adriano y Cuenca demostraron desde
el primer minuto que su función era fijar a los laterales. El problema de los
extremos en el Barcelona no es que sus centros tengan un especial peligro a la
hora del remate, sino las segundas opciones que se pueden generar en el área
después del rechace.
Obligado, por tanto, a tapar los laterales, el Mallorca se
encontró ante un escenario táctico que no esperaba y no supo solucionar. No
hizo falta Xavi ni Cesc ni Iniesta para dominar el medio campo. Busquets y
Thiago se bastaron para hacer llegar el balón a las bandas y todo el peligro
vino desde ahí: en un centro a Adriano, Nsúe saltó desequilibrado y con los
brazos abiertos, un pecado cuando estás defendiendo en tu área. La pelota
golpeó su mano extendida y el árbitro pitó penalti.
Messi, como hiciera una semana antes, no dudó en plantarse
frente al portero y fusilarle por la escuadra. Fuerte y a un lado, imparable.
El gol soltó al
equipo y al argentino y sobre todo amilanó a un Mallorca que estaba creando
peligro en las contras. Un nuevo centro de Cuenca que Adriano no pudo rematar
acabó en el pie derecho de Messi, que solo tuvo que empujarla para marcar su
duodécimo gol en liga esta temporada. No quedó ahí la cosa: Villa tuvo un par
de ocasiones muy claras que volvió a fallar, mitad por indecisión, mitad por
elegir mal el recurso técnico. El asturiano ni está ni se le espera y volvió a
irse al banquillo antes de la hora.
El tercer gol llegó rozando la media hora de partido. Alves dobló
a Cuenca por la derecha -lo que le
faltaba al Mallorca- y su centro medido lo remató Messi a bocajarro llegando
desde atrás, su posición favorita. Con los tres goles, al argentino se le pasó
cualquier amago de ansiedad, aunque tampoco convendría buscar una explicación
psicológica a cada situación del juego. En anteriores partidos, falló pases y
desmarques… este sábado todo le salió bien. El jugador era el mismo.
Con el trabajo ya hecho, el Barcelona se dedicó a sestear.
Teniendo en cuenta la carga de partidos es perfectamente comprensible. Cuenca
aprovechó un pase de Thiago en profundidad –otro excelente partido del
hispanobrasileño sin necesidad de grandes jugadas- para sortear al portero y
batirlo con la pierna izquierda. El canterano ya dio muestras sobradas de
calidad en la pretemporada y, si bien en los momentos clave de la temporada,
probablemente se note su bisoñez, en este tipo de partidos es decisivo contar
con alguien en esa posición.
La cantidad de dinero que le ahorra Guardiola al Barcelona
con este tipo de decisiones es impresionante, aunque siempre se critiquen los
fichajes fallidos.
Cuenca no fue el único jugador que debutó en casa con la
primera plantilla. A media hora del final, Gerard Deulofeu, junto a Rafinha la
gran estrella de la cantera, saltó al campo para disfrutar de unos cuantos
minutos. Se mostró incisivo y con personalidad, sin miedo a afrontar el uno
para uno aunque con una desventaja física evidente ante sus rivales. El chico nació
en 1994. Si Cuenca aún está falto de rodaje, imaginen a este adolescente…
Poco más ofreció el partido: el Mallorca no quiso entrar en
pelea y el Barcelona se limitó a aguantar la posesión. Tampoco se puede pedir
mucho más a un equipo que formaba con dos jugadores que por edad deberían estar
en el filial y otro que debería estar en el juvenil. La guinda la puso Alves
con un disparo “a la brasileña”, la clásica “folha seca” que golpeó el larguero
por dentro y se coló en la portería de Aouate.
Por un momento, la normalidad volvió a Barcelona. Después de
cinco partidos en casa, el equipo sigue sin recibir un solo gol. De momento,
esa es la mejor noticia, punto arriba o punto abajo. La debilidad defensiva de
principios de temporada que tanto asustaba ya no se ve por ningún lado: el
rival apenas llega y desde el 2-2 en Valencia, el Barça no ha vuelto a recibir
un gol en partido oficial. Así se ganan las ligas. Messi, tarde o temprano,
marcará las diferencias.