lunes, octubre 24, 2011

Entrevista a Carlos Moyà



Lo primero que sorprende de Carlos Moyá en las distancias cortas es su enormidad física. Un cuerpo trabajado a base de excesos de alta competición, más de 1,90 de altura, media sonrisa en la boca, algo que podría ser timidez pero resulta simplemente tranquilidad. Lo segundo que llama la atención es su inmenso sentido de la educación. Conforme pasamos por el Club Social Santo Domingo, en las inmediaciones de Algete (Madrid), donde ha abierto la SD Tennis Academy junto a su amigo Roberto Carretero, una escuela de tenis para niños y mayores que quieran perfeccionar su juego hasta llevarlo al más alto nivel, Carlos saluda a todas y cada una de las personas con las que nos cruzamos. 


No es la pose de un maestro de ceremonias, es algo mucho más natural. Conoce a la gente por su nombre, intima, bromea, incluso saluda a los trabajadores que abundan en un Club de Campo que aún está por reformar del todo. Hay algo en Moyá que se escapa a la visión frívola del deportista de élite que lleva 17 años en los periódicos, las revistas, rodeado de patrocinadores, mujeres hermosas, dinero a raudales. Moyá simplemente es un tipo normal. Sentido común. 


En medio del caos, él parece tranquilo, como si nada le supusiera esfuerzo alguno, pero es mentira, tiene que ser mentira. Si se ve desde cerca, su vida ha sido una dedicación casi completa al esfuerzo durante casi dos décadas. Pocos lo saben, pero Moyá se retiró el año pasado siendo uno de los diez jugadores de la historia de la Era Open con más semanas consecutivas en el Top 100. Diez de entre decenas de miles. Decenas de miles de entre millones que cada día pasan bolas con sus vecinos. No, tanta constancia no puede ser fácil. 

Borg ganó once Grand Slams y a los 25 años se retiró para vivir a lo grande, ¿qué hace a un profesional aguantar dolor y lesiones hasta los 34? 

Bueno, cada atleta es una circunstancia distinta. Borg empezó muy joven, sus aspiraciones y ambición debían de ser máximas y cuando vio que le iba a costar más ganar Grand Slams, sobre todo desde la aparición de McEnroe, igual le pudo. La vida que había llevado había sido tan dura, con tantísimas horas de entrenamiento, que cuando empezó a descubrir cosas nuevas y encontró un jugador que le superaba lo dejó… En mi caso es distinto, a mí me encantó siempre jugar a tenis, me encantó viajar, me encantó sentir el cariño de la gente, del público… Competir. Y en ese sentido, es algo que pude conseguir hasta los 34 y porque una lesión me impidió seguir. Pasé por una operación, no salió muy bien y, bueno, decidí que era mejor parar.

Hasta ese momento no pensaste nunca “Mira, ya lo he conseguido todo, he ganado la Davis, he sido número uno del mundo, he ganado un torneo del Grand Slam… ¿para qué seguir con esto?” 

Sí que lo piensas. Lo piensas a menudo. No por el hecho de haber conseguido lo que has conseguido, sino porque ya has tenido demasiado, ya es suficiente, necesitas parar, relajar la cabeza sobre todo… Si piensas en caliente, sí, te retiras 50 veces, pero luego piensas en frío y te das cuenta de que esa es tu vida y que es lo que te gusta hacer.

 Después de perder contra ti en Australia en 1997, Boris Becker decidió no participar en Roland Garros, “Ya estoy mayor para que un español me haga correr de lado a lado de la pista”, dijo, con tono algo despectivo. ¿Hasta qué punto el concepto ser español ha ido cambiando en los últimos años? 

Creo que mucho. Al principio éramos una especie solo adaptada a jugar en tierra batida, o era como nos veían fuera… Eso poco a poco fue cambiando; a partir de mi final de Australia en 1997 la gente empezó a ver que podíamos jugar en pista rápida. Yo tenía un juego más agresivo, que quizá no era lo habitual en esa época, y me di cuenta de que el reparto de los puntos del circuito tendía a beneficiar a los que jugaban torneos en pista rápida. A lo mejor antes la mitad se jugaba en tierra y la otra mitad en rápida pero poco a poco ese equilibrio se fue rompiendo, con lo cual, para estar arriba del todo no te bastaba jugar solo en tierra. Yo siempre lo tuve muy claro y ya al empezar mi carrera me iba a jugar muchos torneos en pista rápida sabiendo que iba a perder pronto, pero quería tener esa experiencia y aprender a jugar en todos lados.

Manolo Santana siempre dijo que tu juego se adaptaba perfectamente a Wimbledon. Sin embargo Londres nunca se te dio bien… 

Es que en Wimbledon intervienen otros factores. Yo era un jugador que iba mucho al ataque pero me gustaba que la bola botara y allí la bola no bota nada, hay que acelerar muchísimo y a mí no se me daba nada bien, la verdad; me adaptaba tarde y quizá la manera que tuve de tomarme las transiciones de tierra a hierba no fueron las adecuadas para aspirar a lo máximo. Pero también los jugadores que había entonces en pista de hierba hacían muy difícil que pudieras avanzar. Aparte de que la superficie era más rápida que la que hay actualmente… y que teníamos otra mentalidad. Es verdad que una parte quizá fuera fallo mío.

Si cuando empezaste a jugar profesionalmente, en 1994, te dicen que España va a ganar cuatro Copas Davis o un campeonato del mundo de fútbol, ¿qué te hubieses creído? 

El Campeonato del Mundo, porque cuatro Davis… A ver, el campeonato del mundo, si tienes tres semanas muy buenas, eres uno de los favoritos y te sale todo…

Lee la entrevista completa en la revista JotDown, incluídas las fotos de Gonzalo Merat