Hay algo en Iniesta que le hace especial y es precisamente
la normalidad, el juego en el milímetro. Hay algo de eso también en Messi, con
la diferencia de que el argentino nos tiene más acostumbrados a las grandes
arrancadas. Iniesta es la mezcla perfecta entre aceleración y dominio del
cuerpo y el instante. Una centésima más tarde y el balón lo recupera el
contrario. Pero esa centésima no llega jamás y para cuando el defensor mete la
pierna, el de Fuentealbilla ya está protegiendo la pelota o pasándosela a un
compañero.
La victoria del Barcelona no se entiende sin Iniesta.
Probablemente, sin él hubiera ganado igual porque esta es una liga de dos le
pese a quien le pese y los tropiezos van a ser escasísimos y siempre fuera de
casa. Desde que se habló de una liga abierta, Real Madrid y Barcelona han
encadenado seis triunfos seguidos y 23 goles a favor entre los dos. Imagínense
si llega a estar cerrada. El caso es que Iniesta estuvo y llevó por completo el
control del partido en sus botas y ahí se acabó toda opción para el sueño
cántabro.
Ni siquiera la lesión de Piqué, llamado a sacar el balón
conducido desde atrás el día que el Barcelona volvía a su habitual 4-3-3 por
primera vez en liga jugando al Camp Nou, condicionó el juego de los de Guardiola.
El central se retiró en el minuto 8 tras la enésima lesión muscular y solo tres
minutos más tarde ya estaba Iniesta acumulando cuatro jugadores a su alrededor
para tirar un pase milimétrico a Messi, que consigue marcharse de dos defensas
solo con el control, un poco a lo Ronaldo, regatear al portero a lo Romario y
marcar un gol, en definitiva, marca de la casa.
El 1-0 era consecuencia de la inercia del partido. Es cierto
que el Racing no perdió nunca la cara. El partido de Diop fue sobresaliente,
así como algunas incursiones de Koné. Sin embargo, al equipo cántabro le faltan
mimbres en ataque y eso le puede costar fácilmente la permanencia. Su
calendario ha sido terrible hasta ahora –en siete jornadas ya ha jugado contra
Valencia, Real Madrid y Barcelona- pero su plantilla no invita al optimismo.
Puede que Serrano y Munitis obren el milagro una temporada más pero la fuga de
Ali Syed y una gestión pésima desde hace años condena a los de Cúper como
mínimo al sufrimiento.
Al menos, sí se puede decir que el equipo de Santander jugó
con hombría y bravura, sin dejarse llevar por la goleada. Con 1-0 lucharon
porque no cayera el 2-0. Con 2-0 lucharon por evitar el 3-0 y ahí consiguieron
parar la sangría, cosa que no habían hecho ni Villarreal ni Osasuna ni Atlético
de Madrid en las jornadas anteriores. Parte de culpa la tuvo el mal partido de
Thiago y Villa y un cierto empeño de Messi en complicar las jugadas. Lo de
Thiago chocó porque lleva un año formidable, siempre bajo el radar, fuera de
los focos que se llevan Cesc y compañía pero aportando una serenidad y una
madurez que hasta este año faltaban.
No se puede decir lo mismo de Villa, que tuvo dos
oportunidades muy claras pero las desaprovechó y sobre todo volvió a estar
completamente desconectado de sus compañeros, incluso cuando Guardiola le
volvió a colocar en el centro de la delantera para escorar a Messi a la
derecha. La jugada más significativa del estado de ansiedad del asturiano llegó
en la primera parte cuando, en un contraataque con más de cuarenta metros entre
él y la portería insistió en el desmarque vertical sin salirse nunca del fuera
de juego. Fue un momento algo cómico: Iniesta esperando para dar el pase que
dejaría a Villa en un uno contra uno y Villa dos pasos por delante de los
defensores cuando no tenía prisa alguna.
La extraña relación de Villa con el fuera de juego, algo que
ya a estas alturas no va a cambiar.
En fin, por ahí tiene un claro margen de mejora el Barcelona
y nadie duda de que tarde o temprano, como pasó el año pasado en Wembley o este
año en el Bernabéu, Villa aparecerá. Lo que no se puede negar es su facilidad
para marcar en grandes partidos. Durante el resto del año sigue mostrando
serias dificultades para entender los conceptos de equipo del Barça.
Sería hora ya de volver al partido pero no hay mucho más que
contar: Xavi marcó un buen gol de cabeza, llegando desde atrás y saltando como
los grandes delanteros. A veces uno se pregunta cuántos goles habría marcado el
de Terrassa si hubiera tenido la más mínima ambición al respecto, su colocación
desde segunda línea casi siempre es excelente. Por cierto, magnífico pase de
Pedro y gran partido en general del canario, aún falto de chispa, pero con una
consistencia y un empeño admirables. Su pase con la izquierda tras regate fue
de una enorme calidad.
A partir de ahí llovieron las oportunidades: a Messi volvieron
a hacerle dos penaltis y el árbitro volvió a no pitar ninguno. Una buena manera
de acabar con los piscinazos, tarjetas amarillas aparte, sería enseñar a los
colegiados que se puede pitar falta dentro del área aunque el futbolista no se
tire. Mientras eso no sea así y se permita todo tipo de agarrones incluso con
el balón controlado y encarando portería hasta que el jugador no cae al suelo,
la tentación de la piscina seguirá presente.
Puyol falló un gol increíble, Abidal probó con la tijereta e
Iniesta tiró al poste en una jugada memorable. El rechace fue a Messi, siempre
bien colocado, que fusiló con la derecha para el 3-0. Décimo gol en liga para
el argentino, que lleva 16 en lo que va de temporada, tan solo 12 partidos.
Yendo más hacia atrás y según datos de Mr. Chip, el de Rosario ha marcado 103
goles en los últimos 100 partidos con el Barcelona, registros de otra época.