martes, enero 04, 2011

También la lluvia


Un romántico director llega a Bolivia dispuesto a rodar una película que denuncie las aberraciones del Imperio Español en la conquista de América y el decisivo papel mitigador que tuvo la iglesia en todo ello. Junto a él viaja su despiadado productor. Para ubicarnos, el romántico es el que sonríe todo el rato y el productor despiadado es el que está siempre serio, cabreado y repite la palabra “dinero” o alguna cifra en concreto varias veces en solo los primeros cinco minutos de la película. Por si alguien se pierde.

Una vez allí, descubren que la situación no ha cambiado: en Bolivia los indígenas siguen viviendo esclavizados por otro imperio: los Estados Unidos (y un poco Inglaterra) que quieren quitarles no ya sus tierras sino el más preciado fruto de la pachamama: el agua. Con el recurso del “cine dentro del cine” vamos viendo cómo las injusticias se repiten, los poderosos siguen siendo los mismos y los oprimidos siempre tienen las de perder. Tierra y libertad.

No hay nada más en “También la lluvia”. No lo busquen porque no lo hay: indigenismo a lo Manu Chao con un punto “El cóndor pasa”. Como “Avatar” pero con guion a lo Ken Loach, es decir, aún más burdo. Los pobres tienen mirada penetrante y orgullosa, los ricos huyen como cobardes y hablan inglés, la lengua del demonio.

Creo sinceramente que si Icíar Bollaín quería repetirnos lo crueles que fueron los españoles con los indígenas llega un poco tarde. Si quiere demostrarnos lo despiadado y artificial que es “el progreso” y lo puro y honesto que es “la naturaleza misma” llega tarde y que si lo que quería era defender directamente la gestión de Evo Morales –obviamente, su presencia sobrevuela el filme, ambientado cuatro años antes de su llegada al poder-, quizá podría haberlo hecho sin tanto plano de niña llorando, madre desgarrada, trabajadores humillados y ricos occidentales capitalistas disfrutando de su champán.

Así, al menos, no tendríamos la sensación de que nos toma por idiotas. Como si las injusticias no se pudieran contar de manera más sutil y por lo tanto más eficaz o como si no fuéramos capaces de entender las cosas si no nos las explican como a niños de colegios de curas. Los buenos van al cielo, los malos al infierno, o como dice un sacerdote errante en medio de la destrucción de Cochabamba: “Parad la lucha, la tierra es vuestra”, porque obviamente el progresismo rancio necesita al cristianismo rancio como la tierra el agua. Y si mi metáfora les parece pobre, prueben a ver la película.