Allá por la jornada 6 de liga, el Mallorca sacó un empate del Camp Nou, lo cual, unido a la victoria posterior del Real Madrid, daba a los de Mourinho el liderato. Desde entonces, Madrid y Barça han jugado 22 partidos sin contar el que les enfrentó en el derby, con 22 victorias, 78 goles a favor... y 13 goles en contra. Ese es el nivel actual de la liga española y no hay que darle más vueltas. Mientras los merengues suman temporadas sin pasar de octavos de final de la Champions League y el Barcelona pasa más que apuros ante los Copenhague o Rubin Kazan de turno, la competición nacional es un paseo indecente.
Resulta complicado analizar una superioridad tal y hace muy mal la prensa madridista en quejarse de arbitrajes y conspiraciones. Creo que el Barça es perfectamente consciente del potencial del Madrid pero el Madrid se ha instalado en una permanente queja que le impide reconocer los méritos exactos de su rival y a la vez ver que el año pasado consiguió 96 puntos y este año va camino de los 100. Si hay una conspiración federativa en su contra desde luego esa conspiración es un desastre. El Madrid, cuando no se enfrenta a su némesis, es imparable. El año pasado ganó 31 de 36 partidos ante terceros rivales y este año ya lleva 14 de 16 a falta de lo que suceda este domingo ante el Villarreal.
No, señores, ni Madrid ni Barcelona ganan por arbitrajes ni por legislaciones polémicas. En parte lo hacen por su superioridad técnica y en parte lo hacen por la apatía absoluta de sus rivales, con contadas y honrosas excepciones. Ayer, el Depor no fue una de ellas. Plantarle cara al Barcelona no consiste solo en poblar mucho tu campo con defensas y mediocampistas y correr tras el balón. Por supuesto, el Barça jugó un excelente partido, también sería injusto negar eso, más aún teniendo en cuenta el descanso que se tomaron Alves, Xavi y Busquets, pero no pareció tener rival en ningún momento.
Fueron cuatro porque Villa y Messi fallaron goles cantados y Abidal se adelantó unos centímetros a la hora de marcar el que hubiera sido el 0-2. De lo contrario, pues hablaríamos de otra manita. Más datos: en los últimos 10 partidos de liga el Barcelona ha marcado 43 goles y le han marcado 3 en contra. Ahora si quieren nos ponemos a contar tarjetas como hace el Marca o nos planteamos si esta es la liga y la competencia que queremos.
Ciñéndonos al fútbol, que sería lo ideal si no hubiera tanto ruido de fondo, ese ruido que hace insoportable casi cada temporada, hay que destacar el partido de Mascherano, cada vez más atento, menos expeditivo y más integrado en el juego al primer toque, las constantes diagonales de Pedro una vez más y el maravilloso partido de Messi, que es capaz de jugar en todos lados. El debate con Cristiano Ronaldo no puede sino hacer mal al portugués, que es un excepcional jugador pero no tiene el control total sobre el juego del argentino. Cristiano tiene una relación prodigiosa con el gol y es imparable en carrera, pero cuesta imaginarlo defendiendo en su campo, organizando el ataque, dando asistencias de gol a laterales y delanteros centro y a la vez plantándose cuando quiere solo ante el portero contrario. Todo a la vez. Y el debate de las faltas empieza a equlibrarse también.
En fin, que al Barcelona le bastó con un gran Messi y su habitual colocación en el campo. El Barça te arrasa por calidad y técnica de acuerdo, pero sobre todo por organización: cada jugador está donde debe estar y las transiciones defensa-ataque son vertiginosas. Marcar 57 goles y recibir 10 en 18 partidos no es cosa de árbitros, parece mentira que haya que aclararlo.
Pélicot, fin
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«Je le dis droit dans les yeux, je ne l’ai jamais touchée» declaró
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