La calma esta vez llega antes de la tormenta. Tanto Real Madrid como Barcelona saben que solo han llegado a la mitad del trayecto y aun así la presión es enorme: por su rivalidad particular se ven obligados a jugar cada partido de liga como si fuera el último, sin margen de error. Por la propia esencia de la competición de eliminatorias, lo mismo les pasa en la Copa y les empezará a pasar muy pronto en la Champions League. Si lo que ha pasado hasta ahora dentro y fuera del terreno de juego les ha parecido agotador, no es nada comparado con lo que viene.
Por eso a estos equipos les viene bien un partido como el del Racing del sábado: descansan mental y físicamente. En el minuto uno marcas un gol y a sestear. Es cierto que la cosa no debió haber acabado 3-0 de ninguna manera, ni por un lado ni por el otro, pero la gran cantidad de ocasiones que salvaron Víctor Valdés y en especial un maravilloso Toño vinieron más por desidia del rival que por brillantez propia.
Hay un rumor insistente que dice que los equipos se dejan ganar cuando juegan contra el Barça. Que bajan los brazos, vaya. Ese rumor no coincide con los datos: en el último año y medio el Madrid ha conseguido más puntos que el Barcelona contra terceros equipos, solo que ha perdido siempre que ha jugado contra los azulgrana. Sin embargo, en esta ocasión, hay que reconocerlo: el Racing vino a recibir el menor daño posible. Sin ninguna fe. Tuvo oportunidades porque el Barcelona descuidó exageradamente la organización defensiva y la lentitud en el movimiento del balón provocó paradójicamente demasiados pases malos, poco tensos, desganados… que los delanteros racinguistas intentaron aprovechar a la contra.
Por lo demás, el partido fue aburrido porque solo tuvo un dominador y ese dominador no quiso hacer sangre. La intensidad fue mínima. Messi, por ejemplo, dio una asistencia de gol, marcó el penalti, tuvo un par de buenas ocasiones en la primera parte… y en la segunda, como hiciera ante el Málaga se limitó a entrenarse. No le culpo, creo que es lo que tiene que hacer. De hecho, si alguno de los laterales le hubiera visto llegar continuamente solo en segunda línea cada vez que centraban al mogollón, probablemente habría marcado dos o tres goles más.
En cosas como esas se echa de menos a Alves, que siempre, absolutamente siempre, tiene en el argentino a su referencia.
El Barcelona afronta ahora un partido decisivo ante el Almería. Nadie espera que los andaluces les pongan en apuros pero hay un par de estadísticas que habría que tener en cuenta: primero, en los últimos 20 años, Madrid y Barcelona se han repartido 16 ligas y 6 Champions League… pero solo cuatro Copas del Rey. Eso dice algo de la actitud de los demás equipos en esa competición. El segundo dato: de los últimos cuatro partidos de Copa, el Barcelona solo ha ganado uno. Comparen eso con las catorce victorias consecutivas que lleva en Liga.
Guardiola desconfía de la euforia y creo que hace bien. Luego puede llegar el partido y acabar 5-0, pero las fuerzas que se han guardado hoy se agradecerán el miércoles. Y no olvidemos que el fin de semana que viene acecha el Hércules, contra el que el Barcelona, sorprendentemente, ha perdido sus tres últimos partidos oficiales: dos en la 1996/97 que le dieron el título al Madrid de Capello y el de la primera vuelta de esta temporada. Merecidamente, además, sin paliativos.