lunes, enero 24, 2011

Alcasser


Ha sido un fin de semana raro. Bastante trabajo. Ahora me dedico a escribir sobre fútbol, baloncesto, tenis y si procede, hacer un poco de amarillismo. Me recuerda a mi época de El Semanal Digital, que recuerdo con cierto cariño aunque muchos no se lo crean. Además, me pagan por escribir y eso está bien. Hace poco una chica me llamó "periodista" y me enfadé un poco. No puedo evitarlo y sé que es absurdo porque soy periodista y nadie me ha puesto una pistola en la cabeza para serlo.

Le dije: "Soy periodista, pero soy mejor escritor que periodista y soy mejor profesor que escritor". Y creo que es verdad, aunque no tengo nada claro en qué consiste ser "un buen periodista" y solo un poco lo de ser "un buen escritor", aquello que escribía el otro día sobre saber poner comas y acentos y no adjetivar demasiado, pero poco más.

El caso es que me pasé el fin de semana delante del ordenador. No es una gran noticia para alguien con pubalgia, lo de estar sentado tanto tiempo. Entre eso y el frío no te pones de muy buen humor. Blame it on the boogie. En los descansos, me tumbaba y leía. Suelo leer poco, igual que escribo poco: he perdido la paciencia y la concentración, pero tenía demasiados libros pendientes: Carson McCullers, Highsmith, Coetzee, Bolaño, Auster...

Así que elegí "Desde las tinieblas. Un descenso al caso Alcàsser", de Joan M. Oleaque, una edición descatalogada que me hizo llegar como favor muy exclusivo Diego Salazar, otro de esos tipos capaces de venir a España a estudiar periodismo y coquetear con la literatura para acabar pasando comidas enteras hablando del 4-3-3 de Guardiola y la importancia de Busquets y comprar compulsivamente literatura-reality.

El libro es soberbio. Un poco dulzón, a veces, rollo "faction", en plan "Miriam veía sus pies desde la cama y pensaba...". ¿Qué sabrás tú lo que pensaba Miriam García? Limítate a los hechos. El encanto de los hechos y su suciedad. Me gusta el libro porque es sucio: 309 páginas en un día y medio lo atestiguan. Atestiguan que me gusta, quiero decir. Me gusta porque aquí no hay ángeles y si acaso demonios. Miriam, Toñi y Desirée, tres chicas en el lugar equivocado en el momento equivocado, pero tres chicas, no tres mártires, no tres víctimas de horribles conspiraciones.

Tres chicas.

Que hacían auto-stop para ir a una discoteca.

Yo he hecho auto-stop con dos amigos para ir a Villalba y me he metido en un coche lleno de desconocidos. No solo eso: lo he hecho después de Alcàsser, lo que demuestra hasta qué punto un adolescente es un gilipollas.

Diego me prestó el libro porque había leído esto que escribí sobre Lobatón y Antonio Anglés. Cómo todo se convirtió en una nube en la que nada parecía lo que era. Todas las personas se convirtieron en personajes y nos olvidamos que la gente de carne y hueso, no las fotos de la televisión, matan y mueren, a veces de manera absurda, a veces de manera cruel.

No sé si el libro de Oleaque me animó o todo lo contrario. Yo creo que sí. Al menos eran respiros. Ahora me toca ponerme con Highsmith y mírenme, aquí estoy, remolón, perdiendo el tiempo. Por cierto, me voy a Nueva York, no se lo había dicho. En abril-mayo. Prometí ir a Nueva York nada más curarme y como no ha sido posible he intentado revertir el orden: yo compro los billetes y ya se encargará mi pubis de reordenarse para cumplir con la ley de la atracción.