Hace mucho tiempo, en una galaxia muy lejana llamada Factual, escribí un artículo mostrando mi perplejidad por el personaje de Joan Laporta. No me cae bien. No creo que a nadie le pueda caer bien, pero eso es lo de menos. Quiero decir, puede ser muy desagradable, como Van Gaal, y un excelente profesional. El problema de Laporta es que parece desordenado, voluble, populista, continuamente excitado, no mide las consecuencias de sus actos, tiene una opinión de sí mismo exagerada...
Parece, insisto.
Porque todo eso: las broncas al chófer, las broncas en los aeropuertos, las broncas por teléfono, las purgas en las Juntas Directivas, el nacionalismo casi virulento con el que mezcla cada triunfo de su equipo... me resulta incompatible con una gestión modélica de un club que se basa precisamente en la sensatez, en dejar trabajar, en escuchar y en tomar las decisiones menos populares pero necesarias. Más Guardiolas y menos Mourinhos. Más Xavis Pascual y menos Messinas.
El Barcelona, con Laporta, y centrándonos solo en fútbol y baloncesto, porque si no me pierdo ha ganado cinco ligas, cuatro Copas del Rey y tres Copas de Europa. El año pasado se llevó el triplete en una sección y este año parece que se lo llevará en otra. Todo esto en siete años, recuerden. No ha habido momento de mayor unión entre secciones, apoyo institucional a la cantera y éxito deportivo. Este es el mejor Barcelona de la historia con diferencia y el pasado sábado se llevó media Liga de fútbol con nueve canteranos sobre el césped.
El domingo le tocó al baloncesto. Laporta llegó allí como un hooligan, montando el circo. El pueblo rugió. Solo les faltó cantar aquello de "alcohol, alcohol, hemos venido a emborracharnos como Laporta en Luz de Gas". A mí me molestó como espectador e incluso como semi-barcelonista. Simpatizante, que lo llaman. Sin embargo, el equipo no lo notó en absoluto. Al contrario. Siguió con su precisión de rodillo: en el primer cuarto, el Barça le ganaba al Olympiakos por 9 puntos de diferencia, al descanso, por 11, luego por 14 y al final por 18. Sin aparente esfuerzo, igual que en el fútbol.
Yo insisto en el mérito de Xavi Pascual en todo esto igual que en su momento insistí en su demérito. Creí que lo de jugársela con Basile y Lakovic era una decisión y no una obligación. En cuanto ha podido, se los ha quitado de en medio y eso es un gran acierto, porque para jugar a quién tiene más puntería ya están los dardos. Pascual ha convertido una buena plantilla en una plantilla descomunal. Por supuesto, un quinteto inicial formado por Rubio, Navarro, Mickeal, Lorbek y Vázquez es una pasada. No lo es menos un Papaloukas, Teodosic, Childress, Kleiza y Schortsianitis. O algún otro.
Lo que siempre se dice es que el Barcelona te gana por su profundidad, pero yo esa profundidad, a priori, no la veo. Cuando el Olympiakos saca a Penn, Beverley, Halperin, Vujcic, Vassilopoulos o Bouroussis, Pascual saca a Sada, Basile, Grimau, Morris y N´Dong. Hombre, hombre, lo mismo no es. Otra cosa es que el sistema esté tan interiorizado, tan trabajado, el talento fluya de una manera tan automática, que dé igual que el base sea Sada o Rubio, que no importe si debajo del aro está N´Dong o Vázquez y que incluso Basile pueda finalizar -con mayor o menor éxito- los sistemas hechos para Navarro.
Igual que en fútbol pueden jugar Henry o Pedro. Bojan o Ibrahimovic. Hleb o Jeffren.
La segunda Euroliga del Barcelona y la contundencia con la que se ha ganado, invita a pensar en un ciclo. Los jugadores son jóvenes y están involucrados. La mayoría o son de la casa o conocen muy de cerca al club por proximidad geográfica: Sada, Rubio, Navarro, Grimau y Trias son catalanes. Vázquez es gallego. Eso ya te hace media plantilla. Aparte, Mickeal, N´Dong o los propios Basile y Lakovic llevan al menos cinco años en la liga ACB. Comparen con otros equipos, de nuevo. Tenemos ciclo duradero en fútbol y ciclo duradero en baloncesto. Eso no quiere decir, bajo ningún concepto, triunfos constantes, un triplete tras otro. No, eso en deporte no existe. Siempre llega alguien que te gana. Si no, ¿de qué vivirían las casas de apuestas?
Pero indica paciencia, cimientos, una idea sosegada de club y de trabajo, estabilidad y sentido común. Justamente lo que le falta al hombre que ha hecho todo esto posible.