domingo, mayo 23, 2010

Airbag


Ese tipo raro que era Juanma Bajo Ulloa. Sesiones de videoforum en casa viendo y analizando "La madre muerta" o "Alas de mariposa". Un malditismo constante, artista de culto, objeto constante de crítica exageradamente positiva o negativa. Y entonces va y hace una película con Arguiñano. Con el propio Arguiñano de protagonista. Y el jovencísimo Alberto San Juan, salido de "Más que amigos". Y Raquel Meroño. ¡Incluso Albert Pla!

Una comedia disparatada sobre puticlubs, cocaína y traficantes gallegos con un actor muy por encima del resto: Manuel Manquiña. Pazos. Paziños. Recuerdo un entusiasmo desbordante en toda nuestra generación con esa película y unas críticas atroces. Casi coincidió en el tiempo con el primer Torrente y era como diez mil veces mejor que el primer Torrente, pero los amiguetes... ya se sabe. Los periodistas la destrozaron pero fue uno de los primeros "taquillazos" del cine español. Casi todo boca a boca, además. Explosiones y persecuciones y cristales rotos. Un millón de espectadores. Dos millones. Tres millones... y así sucesivamente.

No solo era posible hacer buen cine español -Tesis, Tierra- sino que era posible divertirse haciéndolo. Aquello era una gamberrada en toda regla. Una burla a las familias tradicionalistas vascas y un poco de estereotipo gallego. Mi por entonces cuñado, de 13 ó 14 años se aprendió los diálogos de memoria. Eso estaba bien porque hasta entonces solo nos aprendíamos de memoria los diálogos de Pulp Fiction. En una escena, a Karra Elejalde, ese otro hombre indefinible, le da un chungo en el asiento de atrás de un coche y Alberto San Juan le pregunta a Fernando Guillén Cuervo qué le ha pasado. "No sé, la falta de sueño, el exceso de droga... el cuerpo es un enigma".

A la película la tacharon de excesivamente adolescente o incluso pueril. Fácil. Y era falso, no tenía nada de fácil. El guión es buenísimo, tanto en ritmo como en narración como en diálogos. Los personajes encajan perfectamente. Hay ironía y sarcasmo pero sin necesidad de ponerse estupendos. En un momento dado, como dije antes, el cine español se vio ante la posibilidad de tirar por el camino de Bajo Ulloa o el de Santiago Segura. Torrente ganó más dinero y se eligió la segunda vía. Una pena. Aquello sí que era fácil, pero en fin...

El concepto es el concepto. Esa es la cuestión.