sábado, mayo 02, 2009

Vetusta Morla en El Circo Price


Es una cuestión de empatía. El fenómeno Vetusta Morla lo debe todo a su conexión con el público y la facilidad para hacerle sentir uno más de la banda. Su honestidad. Vetusta puede gustar o no pero tienen ese punto honesto que desarma a cualquiera. En rigor, es imposible que te caigan mal. ¿Van a tocar en el circo Price? Pues organizan una parafernalia propia de circo, con presentador virtual incluido y música de espectáculo.

Un excelente sentido de lo que están haciendo en cada momento.

Se pueden argumentar ciertos bajones en su concierto de ayer -más largo de lo habitual- e incluso es dudoso que el Price sea un gran sitio para dar conciertos, por la lejanía de las gradas y la incomprensible decisión de vender entradas numeradas, con el consiguiente desfile de gente perdida buscando su asiento y haciendo levantarse y sentarse a toda una fila para luego darse cuenta de que...

En fin, háganse una idea.


Se puede criticar su música, por supuesto. O su originalidad. Se parecen demasiado a Radiohead, sí, hay que reconocerlo. Pero nadie ha fusilado a Thom Yorke mejor que Pucho, Guille y compañía, hasta conseguir hacerlo suyo por completo.

Al final, después de críticas y reconocimientos, lo que queda es el público de pie gritando "lo-lolololololó..." y vociferando "sálvese quien pueda, hay tanto idiota ahí fuera". Queda la sonrisa desde el escenario, el agradecimiento a todos y cada uno de los que participan en el concierto y en el proyecto, aunque se tengan que tirar diez minutos con eso. Queda la invitación a que todos se suban y compartan foco: Havalina, Jairo Zabala, los distintos técnicos y ayudantes...

Queda una cierta sensación de hermandad, no sé cómo explicarlo. La sensación de formar parte de algo enorme y a la vez estar colaborando a que sea más grande. Lo siento, me niego a ser objetivo con Vetusta Morla. Tengo la sensación de que me quieren demasiado. Creo que todos tenemos esa sensación y por eso pagamos 25 euros por verlos.

Me quieren tanto que incluso aplaudo cuando Pucho me lo pide, no como si fuera el cantante de un grupo sino como si fuera un amigo que me pide un favor, o como si fuera yo mismo viéndome a mí mismo. Aplaudiéndome.

El excitante mundo de la psicopatología.

Han conseguido hacer algo suyo, regalarlo y convencernos de que es nuestro. No sé cómo, porque algunos presumimos de no ser fáciles de engañar, pero lo han conseguido.

Joder, ¡si hasta le gustan al lendakari!