Asombroso. No se me ocurre otra palabra. Sencillamente, asombroso. Lo del Barcelona de Guardiola es digno de pasar a la historia. Tanto el equipo como el entrenador, independientemente de lo que suceda en Roma.
La apuesta de este equipo por el fútbol, por el espectáculo, por el pase y el balón en profundidad, el deleite en la pared, el regate, la colocación táctica en defensa, ahogando al rival continuamente... resulta casi impensable que algo así no incluya algún partido malo. El Barça lleva unos 6o y el único momento de flaqueza -Londres, ante el Chelsea-acabó en milagro.
De hecho, el principio de partido no apuntaba a un final tan esplendoroso. Guardiola insistió en Touré como central y Busquets delante de la defensa, con Puyol en el lateral izquierdo. No parecía una gran idea, pues ya fracasó la semana pasada. De hecho, Touré empezó con una tarjeta, Sergio volvió a estar perdido en todos los rechaces y la banda izquierda no existía. Sólo el majestuoso Piqué conseguía dar salida al balón.
No es que el primer gol del Athletic fuera especialmente merecido, pero reveló de nuevo el gran error táctico de este equipo. Su única vulnerabilidad. Un corner al segundo palo no puede ser rematado nunca en el área pequeña. Toquero no sólo se adelantó a todos los defensas sino que se encontró con la pasividad absoluta de Pinto, que permitió el cabezazo en su área pequeña, un error descomunal.
Ahí llegó el test mental que mencionaba en la previa para el Barça: ¿Hasta qué punto le importaba la Copa? A un punto de la Liga, completamente extenuados, con la final de Roma a dos semanas vista y en un tobogán frenético de emociones y esfuerzos, sería lógico que el Barcelona hubiera cedido ante el empuje bilbaíno, cuyos jugadores sí sabían que se encontraban ante una oportunidad histórica.
No fue el caso.
No lo fue, porque el Barça recibió órdenes muy precisas de Guardiola: de entrada, volvió a meter a Messi de media punta, destrozando el plan táctico de Caparrós, un pésimo entrenador que demostró todas sus carencias planteando el partido sólo a base de esfuerzo y testosterona y amenazas de lesión y olvidó el balón. Sus dos mejores jugadores, Yeste y Llorente, no pudieron ni tocar una pelota en condiciones, totalmente obviados en el patadón que viene y que va.
Eto´o pudo empatar fácilmente, lo mismo, Bojan. Al final lo hizo Touré con celebración imperdonable: un corte de mangas a la impecable afición rival. Un equipo que vende esta imagen de clase y espectáculo no puede permitirse un gesto así, que debería recibir una sanción interna ejemplar. Claro, que a ver quién sanciona a este tipo con el partido que hizo. Guardiola no sólo ha consolidado a Messi, Iniesta, Xavi, Eto´o y compañía como grandes estrellas sino que ha hecho de jugadores aceptables como Touré o Piqué referentes del equipo en malos momentos.
El partido llegó al descanso con empate, pero a nadie se le escapaba que la victoria blaugrana sólo era cuestión de tiempo.
Sorprendentemente, el equipo asfixiado físicamente era el contrario. Mucho hablar del tema en la previa y se demostró que lo que realmente cansa, también en lo mental, es correr detrás del balón y saber que en cualquier momento te matan. Eto´o perdió un gol cantado, Messi se volvió a acercar y finalmente llegó el 1-2. Ya liberados de la presión y el fatalismo culé, el Barça fue un torrente: Bojan demostró ser un definidor maravilloso. 1-3. ¿Partido acabado? No. De algo sirvió lo de Villarreal.
El Barça siguió atacando y atacando y atacando. Eto´o fallaba goles, Messi y Xavi hicieron maravillas en el medio del campo, Bojan jugó inteligentemente, lo de Piqué fue un espectáculo. El Athletic, condenado por la racanería de Caparrós, no pudo hacer nada. Toda la adrenalina se vino abajo y al menos tuvieron la clase de no recurrir a la agresividad. El detalle de la lata que golpea a Dani Alves con la consiguiente reprimenda de toda la afición contra el agresor lo dice todo de la deportividad de los vascos en el día de hoy.
Sólo hubo un amago de violencia: la salvaje entrada de Amorebieta sobre Messi cerca del área. Un claro intento de hacer daño e intimidar que no fue castigado por el árbitro con la merecida tarjeta pero sí por Xavi con un gol por toda la escuadra. El 1-4 ya sí que era definitivo. Y pudo ser 1-5 ó 1-6 a poco que Eto´o hubiera estado mínimamente acertado. Por momentos, el segundo set del partido del Madrid se veía venir.
Pero no. No hacía falta. Ambos equipos acabaron con deportividad, cada uno asumiendo su rol.
El Barça siguió jugando a lo mismo: todos al ataque. Puyol subiendo la banda, Alves tirando a puerta desde cualquier lado, Piqué creando peligro... Todos, absolutamente todos. Una apuesta maravillosa y un juego de otro planeta.
Después del partido ante el Valencia en liga, muchos pensábamos que el Barça no podría con el Madrid y le metió seis. Después del esfuerzo de Londres y Villarreal -en total más de 50 minutos con 10 hombres ante dos equipazos-, era legítimo prever una debacle física en la final de Copa. Y han caído 4. ¿Dónde está el límite? En un año, con casi el mismo equipo que la temporada pasada, Guardiola y los suyos han conseguido 160 goles. ¡160 goles!
Algún día estos chicos aprenderán a defender un corner y entonces ya sí que serán imparables. El triplete está a dos pasos: un empate en Liga y una no derrota contra el Manchester. Viendo lo visto, es complicado apostar en contra de este equipo. Ni ganas.