Ser campeón es una cosa muy improbable. Todos esos pronósticos que dicen que tal equipo va a ganar "porque es el mejor" se vienen abajo en un segundo. Ganar, en la alta competición, es una mezcla de constancia, talento y azar. Un tiro de tres que no entra, una caída que no te engancha la rueda, una bola que el ojo de halcón marca fuera... un disparo a la escuadra con el partido perdido.
El mérito del Barcelona consiste en estar ahí. En ser el líder de la liga, en llegar a la final de la Copa del Rey con los suplentes y en haber aguantado hasta el minuto 92 a un gol del Chelsea, jugando con 10, incapaz de encontrar ni una sola jugada brillante y con los jugadores y el entrenador desesperados.
El mérito del Barcelona consiste en intentarlo. Siempre intentarlo, y que pase lo que pase.
Si Iniesta no hubiera colado esa bola en la escuadra de puntera estaríamos diciendo aquello de "el fútbol es injusto". En parte, tendríamos razón. El Chelsea tiene motivos de sobra para quejarse de la mala suerte e incluso personificarla en el árbitro, pero en realidad sólo puede culparse a sí mismo: tuvo el partido ganado y se empeñó en seguir defendiendo. Incluso contra diez, tiraban balones hacia adelante y ninguneaban a Lampard y Ballack, que no olieron la bola en todo el encuentro.
Como apuesta, fue vergonzoso, y de verdad que me alegro de que eso no triunfara, de que ese modelo se quedara fuera como suele quedarse dentro: en el último minuto y después de un "atraco" arbitral. ¿No es el resultado lo único que cuenta? Pues ahí tienen el resultado: 1-1.
Ahora bien, aunque hubiera sido injusto que la apuesta del Chelsea superara a la del Barcelona, también hay que reconocer que fue terriblemente injusto que este Barcelona de este partido concreto eliminara a este Chelsea. Bueno, injusto, insisto, hasta donde llega el punto de no querer "matar" ni el partido de ida ni el de vuelta y los riesgos que conlleva jugar al 0-0, 1-0.
Pero sí, injusto, todos lo vimos.
Vimos que el Chelsea tuvo oportunidades claras para marcar y que Víctor Valdés -de vez en cuando hay que reconocerlo- estuvo sublime, especialmente en una parada "a lo Casillas" frente a Drogba que hubiera supuesto el 2-0.
Vimos que el Barcelona no jugó a nada. Eso fue sorprendente. Ni un tiro entre los tres palos en noventa y dos minutos. Ni una oportunidad de gol. Nada. Guardiola, estático en el banquillo, paralizado, incapaz de pensar en un solo cambio. Xavi, perdido en la maraña de Hiddink. Iniesta, demasiado solo. Eto´o, ni se sabe. Messi, recibiendo en el medio campo e intentando el slalom. Los comentaristas de Canal Plus se cebaron especialmente con Dani Alves, pero uno se pregunta qué hubiera sido del juego ofensivo del Barça sin Alves. No estuvo preciso, vale, pero lo intentó una, dos, tres, cuatro veces. Un portento.
Es verdad que centrar desde las bandas no es lo mejor contra la defensa del Chelsea, pero ¿qué demonios esperaban que hiciera un lateral que sube hasta el área contraria? ¿que la pase atrás y se vuelva corriendo por donde ha venido? El problema era que esa era la única salida que encontraba el Barça. La única. El Chelsea jugó a destruir y lo hizo a la perfección. Sus contras fueron perfectas y Busquets desentonó sobremanera. La idea de jugar con Touré de central no era mala, pero se le echó de menos en el medio campo. Todas las segundas jugadas fueron de los londinenses. Yayá frenó más o menos a Drogba, de acuerdo, pero siempre en uno contra uno. Busquets, delante de la defensa, ni defendía ni atacaba. Pésimo partido el suyo, prodigioso, de nuevo, el de Piqué.
Vimos más cosas y hay que decirlas. Vimos un arbitraje desastroso. Vayamos por partes:
- La tarjeta amarilla a Alves probablemente fuera innecesaria. Volvemos a lo de siempre: no puede ser que un equipo haga la mitad de faltas y se lleve más tarjetas... por reiteración.
- La tarjeta roja a Abidal es de chiste. Llega por detrás, trastabilla a Anelka y este se lanza a la piscina con descaro. Puede que sea falta porque aunque no sea intencionado, acaba desequilibrando al atacante. Admito incluso la amarilla... pero expulsar a un tío por eso es ridículo. Yayá llegaba en ese momento al corte y estaba a 30 metros de la portería...
Aquí acaban las quejas blaugranas. El Chelsea puede quejarse por esto:
- En la primera parte hay una jugada absurda: balón por alto que se disputan Malouda y Alves. Malouda empuja a Alves y luego le agarra. El árbitro no pita nada, así que Alves pasa a agarrar a Malouda, hasta que finalmente este recorta y se tira contra el brasileño. Ahí sí que pita el árbitro. Falta fuera del área... sólo que el último recorte es un metro dentro del área y es lo que ha pitado. No debería haber sido nada o incluso falta del atacante. Pero si pitas eso, es penalti.
- En la segunda parte hay una jugada muy dudosa de Yayá con Anelka. Parece que le agarra y luego ya Anelka se deja caer... pero con el defensa detrás aún estorbándole. A mí me pareció penalti, igual que me pareció el que no le pitaron a Henry en el Camp Nou.
- Hay dos manos en el área del Barça que se consideran involuntarias. Una de Piqué que de involuntaria no tiene nada. Es un penalti como una casa. Otra de Eto´o, justo al final del partido, después del 1-1, que no me parece. Creo que le da en el sobaco más que otra cosa.
Pero yo soy de los que creo que los árbitros sólo son una pequeña parte del juego. El Chelsea tendría que haber matado al Barça en la segunda parte del Camp Nou y tendría que haberlo arrasado contra diez en su propio campo y ya con ventaja. Sin embargo, prefirió seguir tirando balonazos desde la defensa y regalar el balón.
En una de esas el balón entró en su portería. Así de sencillo. Injusto, puede, pero ya lo he dicho: ser campeón a menudo consiste en superar un montón de injusticias inesperadas.