Besaba a una chica en la fiesta de inauguración de una discoteca de moda. Plaza del Carmen. Yo sonreía mucho y la chica no se creía nada pero aun así se dejaba besar porque eso hacemos todos y recuerdo que sonaba a todo trapo una canción que repetía “I´ve heard it all before, I´ve heard it all before”… y ella paró de besarme, dijo que iba al baño y de alguna manera la perdí, me pegué a la barra y dejé que la noche pasara por encima de mí sin ofrecer resistencia alguna, tal y como me había recomendado Loriga muchos años antes.
Para mí, eso es la literatura: el momento en el que te ves desde fuera. Eres el chico que besa a una camarera que sabe que estás mintiéndola mientras Madonna lo corrobora por los altavoces. De repente, te has convertido en un personaje. Uno de los mejores estribillos que se han escrito en los últimos años es de Luis Ramiro y dice “te volveré a mentir, te follaré a traición…”.
Fantasía. Extrañamiento. Engaño.
Hace años hice un curso de escritura. Relato breve. Entre las típicas preguntas que nos hacían a los alumnos el primer día estaba la de “¿qué relatistas te gustan?” y la de “¿cuándo sientes la necesidad de escribir?”. Yo contesté: “Cuando las cosas parecen tener sentido, cuando de repente todo cuadra”, pero el profesor no entendió nada, me miró con un gesto extraño que parecía decir “este chico va a traer problemas” y pasó al siguiente. Algo parecido me pasó en la Universidad, discutiendo sobre el Principio de Razón Suficiente de Leibniz. En fin, no voy a aburrirles, cosas de filósofos que acaban persiguiendo camareras por discotecas, nada que no le hayan leído mil veces a Henry Miller.
El caso es que la literatura parte de cierto sentimiento de alienación. Eres otro y necesitas contarte. O te ves o te imaginas, pero de repente hay un relato, hay una relación, estás viviendo y te estás narrando. Volvamos a Miller de nuevo y sus peleas constantes consigo mismo: si sigo pensando en escribir el puto libro, no voy a poder aprovechar este momento. Disfrútalo y escríbelo después. Parte de mis amigos insisten en que mi vida es caótica porque me empeño en literaturizarla y yo tiendo a pensar que la literaturizo porque es un caos. ¿Ven al chico que sonríe en la portada? Ese soy yo. Ustedes lo ven y yo también lo veo, pero obviamente no me veo a mí, veo a alguien con mi nombre y mi cara.
Un personaje.
La chica volvió del baño pero ya era demasiado tarde para cualquier cosa, es decir, yo ya tenía relato. Y mucho sueño. No volvimos a besarnos hasta un año y medio después cuando ella ya no era camarera. Fue a la salida de un espectáculo de magia en el barrio de Prosperidad. Tengo la sensación de que ella pensaba que me lo debía. El espectáculo había sido de primera, eso hay que reconocerlo.
Aquel estribillo terminaba: “Te volveré a mentir, me olvidaré de ti, me buscaré una novia cadáver que solo piense en mí”. Siempre he admirado el sugestivo encanto de las canciones rencorosas.