Si les parece que lo del Barcelona y el Real Madrid en las últimas tres temporadas tiene un punto escandaloso y ejemplifica la decadencia del fútbol español y su supuesta competitividad -a mí a veces también me lo parece- no les quiero pensar qué les parecerá lo que llevan haciendo Federer y Nadal con el tenis mundial en los últimos 6 años. Desde la irrupción de Nadal en Roland Garros 2005, entre ambos se han repartido 21 de 23 títulos de Grand Slam (12 para RF, 9 para RN), 30 Masters 1000 (18 para RN, 12 para RF) y 3 Masters Cups (las 3 para Roger). Anteriormente, en lo que llegaba Nadal a la cumbre, Federer ya había ganado otros 6 GS, 5 Masters 1000 y 2 Masters Cups. Añadan a eso la medalla olímpica en individuales para Rafa y la de dobles para Roger en 2008.
Son ya seis temporadas consecutivas acabando número uno y dos del mundo, aunque el orden vaya variando. Desde enero de 2004, nadie más ha ocupado el primer puesto del ranking. Federer lleva siete años y medio consecutivos sin caer del top 3 y Nadal va ya por los cinco y pico.
Por supuesto, las comparaciones son inevitables, aunque sus estilos son tan distintos que es lógico que su palmarés también lo sea.
A Federer le gustaría tener la mentalidad de Nadal, su dureza física y su concentración. La capacidad para no irse jamás de un partido o un torneo, no fallar ni una bola, saber siempre dónde hacer daño al rival. Le gustaría haber ganado cinco Roland Garros, el torneo que tanto ha amado y que tan esquivo le ha sido casi siempre. Le gustaría haber ganado la medalla de oro individual, eso por encima de todas las cosas, y quizá la Copa Davis, aunque cuando uno nace en Suiza y se quiere dedicar al tenis, entiendo que la Copa Davis no forma parte de sus objetivos realistas.
Le gustaría tener 24 años y no haber empezado a ganar grandes torneos casi con 22, la estabilidad que rodea a todo su entorno de entrenadores, siempre los mismos. Su capacidad táctica y su repertorio de golpes defensivos unidos a la posibilidad de pasar de la defensa al ataque con un solo golpe. Seguro que le escuecen los ojos cada vez que ve ese 8-14 en el cara a cara, aunque se consuele pensando que la mayoría de esas derrotas vinieron en tierra batida. En definitiva, Federer admira y envidia a Nadal, pero lo que es más, lo respeta.
A Nadal, por su parte, le gustaría que el tenis fuera tan fácil como parece cuando juega Federer. No tener que correr tanto ni desgastar tanto las articulaciones. Tener su saque y su derecha y poder acortar los puntos al mínimo. Le gustaría poder inventar golpes continuamente, tener su talento puro, en definitiva. Por supuesto, le gustaría haber ganado 16 Grand Slams y sobre todo 6 Wimbledons, porque Nadal adora Wimbledon casi tanto como Roland Garros. Le gustaría haber sido número uno del mundo 285 semanas, básicamente porque él se ha pasado de número dos la gran mayoría de ellos. Le gustaría haber ganado 5 Masters, por supuesto, amoldarse a la pista rápida indoor sin necesidad de destrozarse las rodillas.
Hasta cierto punto, le gustaría permitirse ser tan anárquico: poder desaparecer del partido y aparecer a voluntad, cambiar de entrenadores o directamente prescindir de ellos. Le gustaría ser el favorito del público en cada torneo y llegar a los 67 títulos individuales aunque se conforme con sus 43 a los 24 años. En definitiva, Nadal admira y envidia a Federer pero sobre todo lo respeta.
Juntos están escribiendo historia a marchas forzadas. Comparar ahora mismo es un poco injusto por la diferencia de edades: Federer ha ganado casi el doble de Grand Slams, ha estado el triple de semanas como número uno y ha ganado ya cinco Masters. Nadal le gana en el cara a cara y ha conseguido el oro olímpico individual, la Copa Davis, y un Masters 1000 más. Si lo pienso detenidamente, no creo que uno vaya a desaparecer muy pronto ni el otro vaya a progresar mucho más. Jugando así, Federer puede estar ganando Grand Slams igual que Agassi, hasta los 34. Por su desgaste físico y una carrera extremadamente precoz cabe pensar que lo mejor de Nadal llegará a los 27-28 años y luego ya se planteará seriamente la retirada o al menos entrará en declive.
Es decir, si todo sale bien, podemos tener Federer-Nadal para otros dos-tres años sin problemas. No se ven amenazas a la vista. Es triste decirlo, pero es así. Un año malo de Federer es ganar Australia, el Masters, otros tres torneos y jugar nueve finales. Un año malo de Nadal, medio cojo como el año pasado, es ganar Australia, Montecarlo, Roma y acabar número dos del mundo. A estos no hay que ganarles un set, hay que ganarles un partido. No hay que tocarles, hay que hundirles. Habrá que ver quién le pone el cascabel al gato.