martes, noviembre 16, 2010

El Festival Eñe

 
El Festival Eñe es un hermoso encuentro cultural que se celebra cada año en el Círculo de Bellas Artes y en el que un montón de escritores en activo hablan para un montón de escritores en paro. Podría hablar durante párrafos y párrafos de la eficiencia de la organización: horarios cumplidos, salas siempre dispuestas, amabilidad constante durante casi 48 horas, preocupación por la comodidad de los asistentes, creación de una atmósfera relajada en la que se apelaba al respeto sin caer en absurdos tratamientos VIP... pero resulta que Recaredo Veredas ya ha hablado de todo eso en su análisis y me parece brillante y acertado.

Pasaré al "qué hay de lo mío", es decir, mi experiencia personal. Empecé con Rodrigo Fresán, el viernes a las 5. Era una hora complicada, no solo por la modorra sino porque coincidió con el crepúsculo. Tenía un punto irreal oír a Fresán hablar de la literatura argentina como cosa de otro mundo incomprensible y a la vez verle cada vez más en penumbra, esforzándose por escudriñar sus propias notas en la casi oscuridad de la tarde de otoño-invierno. Por lo demás, la conferencia estuvo muy bien. Con Fresán tengo un problema: nos conocemos personalmente, nos hemos cruzado emails, siempre ha mostrado una amabilidad tremenda hacia mí, pero cuando me lo encuentro en algún lado me da un miedo horrible molestarle y hablar sobre cualquier trivialidad. Llámenlo timidez, llámenlo respeto.

Tras Fresán y precisamente por culpa de Fresán, me quedé a escuchar a Guillermo Saccomano hablar de "El eternauta" y la novela de la clase media argentina. La conferencia fue insufrible, una monotonía de reivindicaciones de lucha armada y militares golpistas sin demasiado hilo. La charla posterior fue mucho mejor. Saccomano es un tipo que se maneja bien en la conversación y se pierde un poco al disertar. Esa es la sensación que me dio. Tras Saccomano, el tercer argentino, Patricio Pron, y Marcos Giralt Torrente. Hablaban sobre cómo fracasar siendo escritor y obviamente el tema me interesaba. A mí y a muchos. Patricio tiene un punto Woody Allen que le hace muy divertido y chocaba con la sobriedad de Giralt. Una buena combinación. Cuando consideraron "publicación tardía" el publicar con 27 años estuve a punto de levantarme indignado y huir de ahí, pero me aguanté las ganas y la ira.

El punto final de la jornada -tras bocadillo de tortilla y reencuentro con viejos amigos en típico bar castizo- lo puso Elmer Mendoza, que nos leyó como veinte páginas de su libro, así, a quemarropa, en plena medianoche. Como sugirió un amigo: "Este lo venía leyendo en el avión y ha dicho ´pues ya me lo acabo en la conferencia´". El tema -narcotráfico, violencia y literatura en México- era mucho más sugerente que la intervención, desde luego.

El sábado retomé a las 12, con los inefables Esther y Oscar Tusquets. Brillantes, divertidos, cínicos, inteligentes... pequeños burgueses catalanes a mucho orgullo. Tuve que dejar la charla casi a medias para poder llegar a la de Armas Marcelo y Jorge Eduardo Benavides sobre Vargas Llosa. La verdad es que hablaron lo justo del nuevo Nobel y tampoco le importó a nadie. Fue una delicia. La mejor frase la puso Armas Marcelo: "Tengo una autoestima altísima y no pienso bajarla ni un poco. Es una cuestión de salud". Me dio envidia. De alguna manera, solo esa charla ya valió un Festival entero. La facilidad para reconocer enemigos y puñaladas y asimilarlas como parte del negocio y no correr tupidos velos.

La tarde me llegó algo cansado, como podrán imaginar. Elvira Navarro habló de la ciudad y sus márgenes, con un par de conceptos potentes y una indudable dosis de nerviosismo, Javier Montes diseccionó "The clock", la película que dura 24 horas en tiempo real y Vicente Luis Mora habló de Jordi Carrión y de Google. Sonó un poco postmoderno, la verdad. Yo estaba ya saturado por entonces así que probablemente fue culpa mía. ¿Qué más? Bueno, hubo grandes nombres para las masas, que siempre está bien, pero no me llamaron demasiado la atención. Conseguí ser un gafapastas entre los gafapastas.

Mi mayor ambición siempre ha sido destacar, ya lo saben.