Que nosotros le demos a los premios una importancia u otra es irrelevante. Lo que de verdad asusta es la relevancia que se dan algunos premios a sí mismos: hace unos años, todo el mundo querría hacerse una foto con el Premio Nobel. Ahora, por lo que se ve, son los académicos suecos los que se matan por hacerse una foto con alguien relevante. Como pasa con el Premio Príncipe de Asturias, por ejemplo...
A mí Barack Obama me cae bien. Más que bien. Me parece un buen político, con un tono populista, es evidente, y lejos de ser maravilloso y magnífico, ¿pero quién es maravilloso y magnífico? Yo no. Obama parece un hombre trabajador y sensato. Se expresa bien. A veces, con demasiadas florituras, pero con un gesto determinado. A Zapatero le gusta la comparación con el presidente estadounidense, pero basta ver cómo defendió su proyecto de reforma sanitaria este mes de agosto -¡yo estuve ahí!- para darse cuenta de que no tienen nada que ver.
Ponerse a discutir ahora si se merece el Premio Nobel de la Paz, así, con todas las mayúsculas que he puesto es ridículo: por supuesto que no lo merece. Él mismo lo ha dicho y ni el más fanático de los fanáticos puede argumentar solidamente lo contrario. De entrada, nos enfrentamos a la confusión habitual de términos, empezando por "¿Qué quiere decir exactamente "paz"? En España, creo recordar, lo llaman "concordia".
Todos podemos tener nuestra idea vaguísima al respecto, pero no creo que Obama encaje en ninguna de ellas. Lleva diez meses en el cargo, sus tropas siguen en Irak y en Afganistán. Su acercamiento al mundo musulmán se ha basado en el palo y la zanahoria: mucha firmeza en los discursos internos y mucho regalo de oídos en los externos. En rigor, no ha hecho nada. No es un problema suyo: no ha tenido tiempo de hacer nada. ¡Diez meses!
Obama es un fenómeno mediático de primera. Hacía años, décadas, que no se veía nada igual. Concentra todo tipo de tópicos bienintencionados a su alrededor: de entrada, se dejó bien claro desde el principio
que era negro, como si eso fuera en sí algo bueno, que es tan peligroso como afirmar que ser negro en sí es algo malo. Racismo, a fin de cuentas. Obama rara vez o nunca hace mención a su raza. Lo hacen los de fuera. Los suecos. Ven a un chiquito negro guapete bien intencionado que va a hacer del mundo un lugar mejor y la palabra que les viene a la cabeza es "paz", obviamente como contraposición a la palabra que la neolengua atribuyó a Bush, es decir, "guerra".
He leído en la prensa, creo que en "El País", que los extremistas republicanos consideraban el premio como una afrenta a Bush. Venga, no hace falta ser un extremista republicano para darse cuenta de que
es una afrenta. De hecho, si uno mira el currículum y analiza hechos, el único mérito real que se le puede atribuir a Obama es precisamente no ser Bush.
Suficiente.