martes, octubre 13, 2009

EOI- Rivas Vaciamadrid


Así que, como es demasiado pronto para desayunar en La Petisqueira -hasta las 8, Dani no abre- me tomo un poco de zumo de bote, unas tostadas y un café descafeinado en casa y tiro para Sol con mi libro de Fresán, mi fotocopia del título de licenciado, la de la Seguridad Social, dos del DNI y el número de cuenta escrito en algún lado. El problema es que desde Sol no se puede ir a Alcalá. Se puede ir a Atocha, pero a Alcalá no. Obviamente, es una primera pérdida de tiempo, porque si hubiera seguido por la 1 hasta Atocha Renfe, pues ahora mismo ya estaría en el tren y no aquí, esperando para simplemente llegar a otro andén.

Eso quiere decir que, al final, no llego a la DAT a la hora de mi nombramiento, es decir, a las 9, pero tampoco importa mucho porque de hecho para cuando quiero llegar -y cuarto- solo han hecho pasar a dos chicas y a mí no me llamarán hasta las 9,45, todo para decirme que tengo una gloriosa sustitución de nueve días en la extensión de la Escuela de San Fernando en Rivas.

Me gustaría pensar dónde está Rivas exactamente pero lo dejo para más tarde, cojo el tren de vuelta a Madrid y en vez de bajarme en Vicálvaro y coger la 9 hasta Ibiza, decido seguir hasta Nuevos Ministerios y ahí la 6 hasta O´Donnell. Otra pérdida de tiempo espectacular, de una media hora o así. Recojo unas pruebas médicas que no vienen al caso, después de rellenar otro papel y pedir por favor varias cosas y ya voy a Diego de León y de ahí, por la cinco a Alonso Martínez.

Llego a casa a las 12,15. Es una hora excelente para llamar a Rivas, ahora sí, y escuchar combinaciones de transporte público algo rocambolescas. No puede ser tan grave, pienso, y preparo mi primera clase: Avanzado 1, de 17 a 21 horas.

Bien, pues resulta que es tan grave, o al menos yo lo hago muy grave. Camino de nuevo hasta Alonso Martínez -siempre Fresán, "Historia argentina" y alguna canción ocasional de Blur, por ejemplo, "To the end"- y cojo la 5 hasta Núñez de Balboa, ahí recorro los pasillos móviles hasta la 9 y me hago diez paradas hasta Puerta de Arganda, cambio de título y de andén y el siguiente tren me lleva hasta Rivas Urbanizaciones.

Al salir de Rivas Urbanizaciones veo que, efectivamente, hay autobuses: el 333 y el Circular. Pero yo no sé en qué dirección lo tengo que coger para llegar al CERPA. Al menos tres señores de la fila ni siquiera saben lo que es el CERPA. Una señora, sí. Me dice que mi cola es la del otro lado. A los cinco minutos, no más, llega el autobús. Como soy un tipo más bien tímido, no le pido al autobusero que me avise de mi parada. No. Decido jugármela yo solo.

Por supuesto, acabo bajándome unas cuatro paradas antes de lo debido y ando durante 20-25 minutos por una carretera, con el sol dándome de pleno -y yo con jersey- hasta que un mapa me indica que tengo que ir hacia atrás y luego a la derecha y luego entrar en el famoso CERPA de Rivas, ese pueblo insurgente en el que todas las calles y todos los espacios públicos tienen el nombre de alguien de izquierdas o asimilado. Si no, le ponen el nombre de una ciudad o un accidente geográfico -en este caso, Picos de Urbión- y tirando...

Las clases van bien, mucho mejor de lo esperado. De hecho, las cuatro horas se pasan volando y ahí estoy de nuevo a la salida del CERPA, de buen humor, pensando en quedar con Helena en Alonso Martínez o Cuatro Caminos, si cojo el autobús hasta Conde de Casal y luego la línea 6, lo que no parece tan mala idea si no fuera porque el autobús se rompe a la tercera cuesta y nos deja tirados en mitad de la carretera y el siguiente autobús que viene a recogernos tarda un cuarto de hora largo y otra media hora más en llegar a Conde de Casal, donde, ya digo, me hago ocho paradas y llego a Cuatro Caminos, un par de ascensores y arriba. Helena medio difuminado en algo que debe de ser sueño, acompañándome a un bar donde me ponen un bocadillo de algo que debe de ser tortilla.