lunes, julio 06, 2009

Tres días en Barcelona (I. Entre comidas y cenas)


Todo lo bueno que se pueda decir del AVE es poco. Es cierto que el precio no acompaña, pero tampoco es desorbitado. O depende del momento y la previsión. En dos horas y media acabo "Nocilla Experience" -un libro que me ha encantado y que presumiblemente reseñaré pronto-, repaso mi propia novela, escucho música y leo en un periódico deportivo que "en realidad, la imagen que los medios dan de Cristiano Ronaldo no es la verdadera".

Es decir, los medios dicen que la imagen que los medios dan no es verdadera.

Dijo Epiménides, el cretense.

Las cosas en el hotel y el primer paseo -Barcelona es una ciudad propicia al paseo- es por la calle Balmes hacia abajo, hasta Diagonal, donde B. no me espera porque se ha equivocado de sitio, pero al final nos encontramos lo mismo y comemos filete de buey en el Mussol de siempre. Nuestro Mussol. El mismo de 2006, como si no pasaran los años.

Hablamos del odio ajeno y el rencor. No sé si ustedes saben que B. y yo fuimos novios un año y medio. No creo que lo sepan. De hecho, no creo que sepan quién es B. y no tienen ninguna obligación. Si yo quisiera que ustedes supieran quién es B., no la llamaría B., así sin más, sino por su nombre completo, incluso algún apellido. Pero no, no quiero. O no lo veo necesario.

Sepan que hay una B., en cualquier caso, y que fue mi novia un año y medio y que de eso hace ya más de dos años y sin embargo nos seguimos viendo y comiendo en el mismo sitio y no nos dejamos llevar por la melancolía del "¿te acuerdas aquel día que...?" porque eso es tremendamente aburrido sino que nos interesamos por el aquí y ahora o incluso, como mucho, por el 2010. Y, simplemente, nos sorprende que haya otra gente con tanta facilidad para el olvido o el desinterés absoluto. Todos los de "por favor, no quiero volver a saber de ti", no ya como rechazo ocasional sino como rechazo verdadero. Los -y las- que no quieren volver a saber de ti jamás en la vida, como si hubieras muerto.

Y eso, que no lo entendemos.

Ni cuando seguimos Diagonal hacia Paseo de Gracia. Ni cuando subimos Gran de Gracia hasta Travessera, ni en el camino a Vía Augusta, donde un chico corre la misma manzana una y otra vez de manera sorprendente, apareciendo regularmente cada dos minutos delante de nosotros, y haciendo que nos preguntemos qué demonios hay del otro lado para que el tipo pueda volver al mismo punto con tanta frecuencia.

B. se va a casa -B. vive aquí, y "aquí" es Barcelona, yo sólo concibo esta ciudad como amante- y yo duermo una siesta mientras veo a Contador en el Tour y cuando despierto, me ducho -terrible calor, y disculpen tanta explicación entre guiones- y, con tiempo, vuelvo a bajar Gran de Gracia, la calle de la que me enamoré un otoño de 2007, y sigo su prestigiosa continuación hasta la Plaza de Cataluña, donde en el Zurich me espera el enorme Pepe Albert de Paco, asiduo comentarista en este blog y un hombre con problemas para cuidar sus teléfonos móviles.

Aprovechen estos minutos, para visitar su playa libre.


¿Han vuelto? Bien. Pepe me reconoce rápidamente, pero yo a él no, porque no he visto ni una foto suya, así que tiene que salir y hacerme varios gestos hasta que por fin caigo en la cuenta y le voy a hablar por primera vez de Cristiano Ronaldo y la paradoja cretense cuando aparece Vero, que quiere fumar, y que nos lleva hacia el Raval, primero en busca de unas cañas, luego en busca de un excelente rape en un bar que me parece tremendamente barcelonés, años 70. Película de Manolo Escobar.

Pepe, Vero y yo hablamos de las cosas que nos unen y que nos unirán, bromeamos sobre cosas que irán y no irán en el blog -por ejemplo, las posibles consecuencias de la mirada del lémur, no van a salir aquí, si Pepe quiere explicar su postura y defenderla, tiene su propio espacio- y nos tomamos unos copazos espectaculares en un sitio bastante cool, donde no tienen Jamison.

Hablamos de Argentina y el fútbol. Vero hace un par de preguntas desarmantes: ¿Valdano fue un buen futbolista? Y Pepe contesta inmediatamente que sí y yo me quedo con alguna duda, pero al fin y al cabo, por edad, él le vio más que yo (disculpe, se lo ruego). Luego, nuestra amiga insiste: ¿Florentino Pérez sabe de fútbol? Y ahí el silencio sí que es total, y Pepe nos cuenta una de sus anécdotas cuando "Libre Directo" ganó el Certamen Marca de Libro deportivo. "De medio campo para arriba ficho yo", dice que le dijeron que dijo el faraón.

Y que cada uno saque conclusiones.

Acabamos las copas y cogemos un taxi en Urgell. Yo no sé dónde está Urgell porque las ciudades ajenas es lo que tienen, que siempre esconden cosas. Pero sé dónde está el taxi. Y el taxista -la taxista- sabe dónde está mi hotel. Y con eso me basta.