De repente, un día, te planteas "voy a rodar un cortometraje" y te parece una buena idea, porque, bueno, te gusta el cine, sabes algo, te gusta contar historias y, caramba, llega ese momento en el que encuentras a un grupo de gente a la que le sucede lo mismo y os ponéis manos a la obra: unos cuantos emails, unas reuniones de grupo, un guión sobre el que trabajar, amigos a los que llamas, entusiasmo...
Y eso dura un tiempo, hasta que te das cuenta de que rodar un cortometraje no es conseguir un hotel bonito y un equipo y unos actores y venga, sino que detrás hay una cantidad de papeleo y trámites a los que no te has enfrentado jamás y que te superan.
Así que ya no eres un guionista irónico ni eres todavía un director novel. Eres un productor ejecutivo.
¿Qué es un productor ejecutivo? Un productor ejecutivo, en un cortometraje independiente, es una persona que pone el dinero, cae mal y tiene que hablar con gente a la vez por dos teléfonos distintos. En mi cortometraje, en concreto, "Do not disturb", los productores ejecutivos somos dos: Pedro Rodrigo y yo. También somos los directores, así que pasamos de reunión con la gestoría a negociación con el equipo técnico a petición de crédito en el banco a ensayo con los actores a detalle de planos...
Por supuesto, tenemos un equipo. Un equipo que a su vez está sobrepasado, porque los planos hay que memorizarlos y estructurarlos, los hoteles no se reservan solos, a los actores hay que vestirles y peinarles, hay que establecer horarios, dar de comer a la gente...
Así que, llega un momento en un cortometraje, en un primer cortometraje, como es el caso, en el que te sientes completamente superado y agotado y piensas que no, que te has equivocado y que mejor dar marcha atrás o al revés, dar marcha adelante a toda prisa y empezar las vacaciones cuanto antes.
Hasta que te pones a llamar, melancólico y angustiado, a los amigos de festivales, harto que la Seguridad Social te dé todo tipo de indicaciones técnicas incomprensibles: llamas a Óscar de Julián, llamas a María del Puy, llamas a Borja Crespo y por fin encuentras a Arturo Ruiz y tu vida, súbitamente, es mejor. Arturo te recomienda una gestoría, esa gestoría te da mil instrucciones que eres capaz de cumplir en 24 horas -with a huge help of my friends- y de repente todo es legal, y ya no importa tanto lo de llamar y contestar emails hasta las 4 de la mañana y la ilusión vuelve y de tanto manosearlo el texto que escribiste te parece una mierda, pero con todo lo que ha pasado es el niño tonto más listo del mundo.
Y preparas últimas reuniones, ensayos, pruebas de vestuario, detalle de planos, transporte de material, regateas facturas, ejerces de todo un poco pero sobre todo de ti mismo e incluso, agónicamente, encuentras cinco minutos para contarlo todo en tu blog.
Y que la gente de siempre sepan que no, que no estás muerto.
Tampoco de parranda.
La fiesta del aguafiestas
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[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 3:05]
Buenas noches. Mi aguafiestismo profesional me obliga hoy a la tarea,
ciertamente desagradable, de arremete...
Hace 3 horas