A mí con Armstrong y Contador no me pasa como con Federer y Nadal. Que nadie se asuste. Yo voy con Contador y diría, incluso, que Armstrong me cae mal por razones poco claras.
Otra cosa es que esté de acuerdo con lo que vengo leyendo últimamente de traiciones, favoritismos, puñaladas, etc. por lo que pasó en la tercera etapa del Tour de Francia, cuando, debido al viento, se formó un grupo de 30 ciclistas delante entre los que estaban Armstrong, Zubeldia y Popovych, todos del equipo Astaná y no estaba Contador, también del equipo Astaná y presunto jefe de filas.
Hay que dejar unas cosas claras: Armstrong no fue el que creó el abanico. Eso fue cosa del Columbia. Se coló entre los de delante y aprovechó. Pero no fue él el que la montó. Estaba atento y Contador no. Encima va a ser culpa suya eso. Después de unos kilómetros de medir fuerzas entre ambos grupos, y una vez la escapada parecía que tiraba hacia adelante, los dos compañeros de Astaná empezaron a pasar en los relevos. No a tirar como locos, sólo a pasar y echar una mano.
¿Por qué no?
Delante no había ningún favorito, estaban todos detrás. Armstrong podía sacar unos segundos no ya a Contador sino a Evans, Menchov, Sastre, Schleck... ¿Qué ganaba el Astaná parando la escapada? Nada. ¿Qué ganaba ayudando a que siguiera? Distanciaba a sus rivales con respecto a un corredor que ha ganado siete Tours y que ha vuelto simplemente para intentar ganar el octavo. ¿Es eso materia de indignación?
Lo realmente curioso es la falta de exigencia con respecto a Contador en todo esto. Más que nada porque no es la primera vez que le pasa: en la París-Niza le ocurrió lo mismo. Ganó la crono inicial y luego se despistó en un abanico. Ganó la etapa de montaña y luego se vino abajo con una pájara descomunal. Por supuesto, Contador es el líder del equipo, pero tiene que saber que está en un equipo muy bueno. Exageradamente bueno. Tiene que convencer a tres potenciales ganadores como Armstrong, Leipheimer y Kloden de que tienen que trabajar para él.
Eso se hace estando atentos, controlando la carrera y metiéndose en los cortes. No pidiendo a los demás que paren cuando sí hacen su trabajo.