martes, julio 07, 2009

Tres días en Barcelona (III. Hotel Lichis)

La línea 1 de metro está cortada y no saben cuándo la podrán arreglar, así que yo cojo el Rodalies amb destinació Hospitalet y llamo desde ahí al Flaco para que me recoja en lo alto de la Rambla Just Olivera. Ayer estuvimos en L´Astrolabi viendo a Mini y escuchando a Albert Sans. Aquello estaba lleno, como siempre, y yo tenía un cansancio encima descomunal así que me fui a casa no sin antes hacer mil fotos horrendas y una que al menos mereció la pena. Esta:

Bueno, ¿qué quieren? Estoy aprendiendo. Déjenme en paz.

Vamos a Terrassa, a casa de Lichis. Hay barbacoa. Llegamos tan pronto que no están ni Vicky ni él ni Conchita, que anda estos días de promo en Barna y duerme ahí con ellos. Hotel, dulce hotel, hotel Lichis. Damos una vuelta por la casa y la piscina y al entrar al estudio está Lluis, que dice que le sueno de algo y no sabe de qué -algo habitual- y al poco rato ya llegan los anfitriones, cargados de cervezas, fruta, verduras, carne de todo tipo y chorizos parrilleros.

Luego aparece Pepo López con su mujer Marta y su pequeña Annouk -no sé si se escribe así, que me disculpen-. Obviamente, Annouk se lleva todos los ojos y miradas y babas y ella lo disfruta como se disfrutan las cosas con seis meses. Justo a la hora de comer llegan Dani y Jordi. Ya estamos todos.

Comemos como cerdos y tomamos el sol. Nos ponemos los bañadores y mostramos nuestras barrigas de treintañeros. Sin complejos. Las chicas muestran sus portentosos cuerpos de veinteañeras en bikini. La vida, señores, es injusta. Siento que floto, la verdad. Un estado de felicidad sólo comparable al de aquella mañana de Fuerteventura en mayo de 2008. Todo encaja. Metáforas músico-futboleras. Chistes continuos. Rondos con balón mordido por perro.


Lichis nos mete en el estudio y nos enseña sus nuevas cosas y las que está haciendo con las viejas. Lichis es grande, enorme, y repasando ahí, con él, su discografía, uno no sabe muy bien qué haría con un pasado así. Nadie tiene tantas canciones tan buenas y nadie puede conseguir que cualquier cosa que haga tenga una calidad tan alta.

Lichis es enorme incluso cuando no canta mi vida. Incluso cuando no sale en mis relatos ni mis libros. Incluso cuando se limita a traernos más pollo, más chuletas, más morcilla. Cuando nos brinda su piscina para que hagamos el bruto y nos tiremos haciendo la bomba o nos pasemos el balón al waterpolo o hagamos fotos bastante gays todo sea dicho.


Es un universo propio, sin teléfonos -el mío está sin batería desde hace 24 horas-, sin Internet, sin posibilidad de contacto con el resto del mundo porque todo el mundo está aquí, en este césped artificial solysombra de Terrassa Este, la niña que se vuelve a despertar, Pepo que saca la guitarra, la mandíbula -o más bien los mofletes- al límite de tanto reír. Qué jipis somos a veces los de los 70.

Pero es un mundo con límites y confines muy claros: los que pone el AVE. Vicky me acompaña a la estación y me da las gracias por haber ido, que es algo así como si te dan las gracias por sacrificarte y visitar la Mansión Playboy o algo así. Yo cojo la mochila y el Rodalíes hasta Sants y de Sants a Madrid me da tiempo a empezar "2666" -algo me dice que me va a volver a fascinar Bolaño- y repasar otros dos capítulos de mi novela que, sea por el nuevo entusiasmo o por lo que sea, me parece sinceramente cojonuda.