Detrás del bloqueo hay, obviamente, un miedo: "Se van a dar cuenta". He puesto todas mis esperanzas en ser escritor y aplazo todo lo que puedo el momento en el que quede claro que no tengo talento para ello. Ese momento puede ser cualquiera: dentro de dos semanas, por ejemplo.
Es curioso que no tenga miedo a publicar y tenga miedo a meterme en un taller literario. Como si la cercanía de la crítica me derrumbara. Es decir, no me importa que 300 personas piensen que escribo como el culo, pero no podría soportar que la persona que se sienta a mi lado y comparte JB-Cola me lo diga a la cara.
Lara dice: "Hay que venir con los pantalones bajados". Y yo soy tan, tan pudoroso...
Puede que en el fondo todo parta de mi incapacidad para disfrutar de verdad, sin mirarme los pies ni las manos ni el escroto. Disfrutar, sin más. Escribir, sin más. Aprender. La oportunidad que me brindan Lara y Rebeca de participar en un taller con ellas es preciosa. Compartir taller con Lara, leerla cada dos semanas, escuchar sus consejos, aprender a corregir mis defectos... Llega un momento en el que uno se aferra tanto a sus defectos como a sus pantalones y cuando encuentra algo que hace bien le cuesta mucho dejar de hacerlo aunque se acabe convirtiendo en una caricatura de uno mismo.
El otro día hablábamos la Chica Portada y yo de si lo que hacía falta era nueva ropa o nueva gente que no conociera la ropa vieja.
Por si acaso, creo que al menos el día 23 estaré allí, sea donde sea. Quizás haya escrito algo o quizás no. Quizás ese algo sea triste y melancólico, sobre un chico que no consigue lo que quiere, o quizás me baje los pantalones, de verdad, y escriba algo que no tenga que ver con lo que ya estoy escribiendo, de todas maneras.
He pensado en un asesinato.
En cualquier caso, gracias por las rosas.
La fiesta del aguafiestas
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[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 3:05]
Buenas noches. Mi aguafiestismo profesional me obliga hoy a la tarea,
ciertamente desagradable, de arremete...
Hace 55 minutos