Horas antes de que empiece el partido, a Pepu le confirman que su padre ha muerto. Lleva enfermo desde que comenzara la concentración del equipo, en julio, y no ha aguantado la noche previa a la final.
Pepu no le comenta nada a nadie. En la Federación lo saben, claro, pero él no se lo quiere comentar a los jugadores, "para que nada distraiga el grupo". La lesión de Pau Gasol ha servido como un elemento más de unión, y durante el calentamiento, sus once compañeros llevan una camiseta que pone "Hoy también juega Pau". Tiene roto el quinto metatarsiano del pie izquierdo. Es muy improbable que pueda empezar siquiera la próxima temporada.
Gasol se sienta, con sus muletas y su camiseta con el número 4, mientras Pepu repasa con Rafa Vecina y Chichi Creus la táctica del equipo. Saben que Grecia es sobre todo un equipo táctico, que hace muy bien lo que hace, pero que no tiene muchos más recursos. Saben, también, que es la primera vez que afronta un partido así con la condición de favoritos -ganaron el Europeo por sorpresa y batieron a Estados Unidos en un partido increíble- y piensan que eso puede afectarles.
Establecen una defensa de cambios constantes y ayudas, de manera que el bloqueo y continuación con Schortsianitis en el poste alto y Papaloukas doblando balones no sea una amenaza. El problema es quién quedará libre después de la ayuda. Si nos van a ganar, piensan, que nos ganen a triples, pero no a bandejas.
Desde el principio, las intenciones se ven claras. Grecia empieza todos los partidos con balones a Papadopoulos, un pivot enorme y de buenos movimientos. España lo defiende con Felipe Reyes, que recibe ayudas constantes de Garbajosa y Jiménez. Durante minutos, parece la única opción ofensiva de Grecia, y, como los españoles son incapaces de meter un tiro el marcador marcha muy igualado y con pocos puntos.
Hasta que salen Papaloukas y Spanoulis y todo el mundo piensa que los campeones de Europa van a cambiar el partido.
Entonces, Pepu decide contestar con dos jugadores casi inéditos en el campeonato: Carlos Cabezas defenderá a Spanoulis, Berni Rodríguez defenderá a Papaloukas, probablemente el mejor jugador europeo fuera de la NBA. Si la decisión saliera mal -sobre todo después de la semifinal que se jugaron Sergio Rodríguez y Rudy Fernández- le caerían palos por todos lados y es que el equívoco en torno al entrenador español es tremendo.
Se ha intentado pintar a Pepu como una especie de Vicente del Bosque del baloncesto: un hombre afable, de buen trato con la prensa, sensato y que deja jugar a sus jugadores. Cierto, pero esa es sólo una parte de la historia. Pepu demostró en el Estudiantes ser uno de los mejores tácticos de Europa. Defensas alternativas, capacidad para correr y jugar en estático, variaciones para que reciban los hombres interiores y para que los exteriores queden libres...
Un manual andante.
Así que, cuando el destino parece sonreírle, y España ya va 20 puntos arriba, ante la incapacidad griega de leer ni una sola vez la defensa contraria, a Pepu sólo le preocupa una cosa: que el equipo se tense, se pare, se bloquee... y eso provoque la reacción helena. Por eso, decide meter a Sergio Rodríguez. Por eso, decide mantenerle pese a que el ex-jugador de Estudiantes pierde hasta tres balones seguidos.
La presencia de Sergio es un mensaje muy claro: vamos a seguir yendo a por vosotros, vamos a seguir corriendo, vamos a seguir anotando... no tenéis ninguna opción.
El partido acaba 70-47. Carlos Jiménez se echa a llorar en el banquillo. Acaba de ser padre, el mes pasado. Con este triunfo se convierte en el jugador español con más medallas de la historia: cuatro. Pau Gasol murmura "gracias, gracias" mientras intenta salir con sus muletas al centro del campo. Todos los jugadores forman un círculo, se sientan en el suelo, se tiran como niños, cantan, cortan redes...
Cuando llega la entrega de premios, Jiménez, el capitán, decide que sea Gasol el que levante la copa. Al sonar el himno, Pepu se agarra con una mano el pecho y llora. No era patriotismo. No era sólo patriotismo, al menos. En el vestuario, un reportero de La Sexta conocido desde hace años por hacer de la mala educación una manera de ganarse la vida, le mete el micrófono en la boca.
Pepu sonríe y dice "Estoy muy contento... pero vamos a dejarlo". El periodista, por una vez, parece entender. Los jugadores siguen chillando y cantando y nadie cuenta con su entrenador porque, aunque saben que han ganado gracias a él, les gusta más la versión que pasará a la Historia: que Gasol ganó gracias a ellos.
En una casa de Clara del Rey el triunfo se festeja con modestia, sin excitaciones futboleras, sabedores de que, a partir de ahora, cada minuto que juguemos, en las pistas de Alfonso XIII, de Puerto Rico, de IBM, de Chamartín, del Auditorio... lo jugaremos como campeones del mundo. Al menos, durante cuatro años.
Gracias.
El Estado es un sensor
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*por Yaiza Santos*
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