Amaranta se ha convertido en un personaje nuevo. Y con ella, un grupo entrañable de compañeros: Lena, Jimena, José Luis, José Carlos...
Abre un centro de yoga en la calle Daoiz y confirma la invitación un día antes, así que ahí voy con la Chica Portada y nos dedicamos a beber vasos de vino y comer panchitos en una combinación que no puede acabar bien (y no lo hace).
El centro, aparte de varios tipos de yoga, incluye clases de interpretación y, si tuviéramos dinero, quizás nos lo pensaríamos, porque nos pasamos buena parte de nuestros días y prácticamente todas nuestras noches interpretando. Pero no tenemos dinero, tenemos platos y vasos en la puerta del local y un vecino que dice ser de Chiapas para poder ligar con dos peruanas. Extraños madrileños.
Chica Portada, contenta. Yo, contento. Son cosas que suelen ir unidas. Amaranta, feliz pero agobiada, porque no es fácil ser empresario y mucho menos ser pequeño empresario. Procesión de bares malasañeros que desembocan en un sitio nuevo para ellos y demasiado viejo para nosotros.
No les dejan cantar. Lógico. No son horas.
Promesas de repetir los intentos en otros lugares y otras fechas. Un aviso vespertino de que esa fecha podía ser hoy. Dudas e ilusiones, pero hay que cuidarse. Créanme, sé de lo que hablo. Hay que cuidarse. No es cuestión de jugar muchos torneos sino sólo aquellos que realmente necesitas ganar.
El Estado es un sensor
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*por Yaiza Santos*
Enumeró, en contra de su costumbre, lo que hasta ese momento había
declarado el señor Víctor de Aldama ante el juez. Por ejemplo los p...
Hace 14 horas