Vale, lo reconozco: la película de Lars Von Trier es divertida, original, sin demasiadas pretensiones -algo de mensaje, claro, pero muy diluido, como hace mejor efecto- y te ríes mucho. Es lo que pretende. Tengo dudas acerca de su manía de intervenir en la propia película como una especie de narrador omnisciente que entra y sale de la trama, pero puedo vivir con ello.
Supongo que es alguna técnica narrativa aprendida de Gambini o simplemente algo de metalenguaje: él es el jefe de todo.
Este Festival ha superado con mucho mis expectativas: he hablado bien de Isabel Coixet y de Von Trier, ¿qué se puede esperar de mí a partir de ahora? No sólo eso: me he levantado a las 7,45 para poder ver el pase de prensa de la película, cortesía de Mariam y su entusiasmo de ayer en el bar Okendo.
En fin, algo de reconciliación por fin. La de ahora es la vigésima película en ocho días. Quedan tres, según el calendario. No siempre cumplo los calendarios. A partir de mañana, en cualquier caso, empezaremos a hablar de otra cosa en este blog, no se preocupen.
El Estado es un sensor
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*por Yaiza Santos*
Enumeró, en contra de su costumbre, lo que hasta ese momento había
declarado el señor Víctor de Aldama ante el juez. Por ejemplo los p...
Hace 14 horas