Antes, cuando anochecía, un tipo se colocaba en el parquecillo que queda junto a la Concha, al lado del Ayuntamiento y recitaba poesías acompañado de música. Mis amigos le detestaban, a mí me producía cierta ternura...
Este año, las cosas han cambiado mucho y se puede ver en un solo día. O, más bien, soy yo el que he cambiado tanto que mi mirada sobre esta ciudad la ha hecho irreconocible. Pelo rizado y espinillas, por la humedad. No demasiado cansancio, sin embargo, cuatro películas en un día.
"Sleeping dogs lie" es divertida. Construye todo el argumento a partir de una anécdota ridícula - la felación de la protagonista a su perro cuando era universitaria- y eso provoca que, en cuanto a estructura de narración y guión -detesto hablar así- la propia película roce el ridículo demasiadas veces.
Sin embargo, cumple dos requisitos no muy habituales en estos Festivales: es corta y tiene chistes buenos.
La tarde fue argentina, por completo. Empezando por "La crónica de una fuga", relato del secuestro y tortura de un grupo de estudiantes en 1977. Es difícil saber dónde está el límite del dolor en la narración y en el espectador. ¿Cuántas veces podemos realmente oír una misma historia sin que el estremecimiento se convierta en cotidianeidad?, ¿cuánta miseria humana podemos ver con nuestros ojos, los de la cámara, sin apartar la vista?
"La crónica de una fuga" no cae en tópicos, es todo lo dura que tiene que ser e incluso afronta la cuestión desde un tercer punto hasta ahora inédito: el hombre que es torturado por bandas paramilitares después de ser falsamente acusado no ya por terror sino por sentido de lucha armada: "di tu nombre para que mis camaradas huyeran". Esa frase es la más valiente que se ha escrito en el cine argentino durante muchos años. Gran película, desde luego.
Sólo una pega a la crítica oficial del Festival: "La dictadura militar que se llevó a lo mejor de una generación...". Ese "lo mejor" sobra, duele a la vista. Es innecesario. Lo importante del caso no es si esos estudiantes eran buenos o malos tipos, brillantes o burdos... lo importante es la deshumanización, el acercarse a Auschwitz de una manera que parece hasta tocarlo.
Si eso es posible, que lo dudo.
Sorín decepcionó con "El viaje a San Diego". Baste con decir que el título es un juego de palabras sobre un joven de Corrientes que viaja a Buenos Aires en plena enfermedad de Maradona. Al menos Sorín no cae en el vicio patrio del victimismo y la autocomplacencia. Tampoco aporta nada más. Su Patagonia acaba siendo, de alguna manera, como el New Jersey de Kevin Smith: una sucesión de autoreferencias.
Y, por último, casi de madrugada, la excelente "La vida secreta de las palabras", de Isabel Coixet y nunca pensé que mis prejuicios me dejarían escribir una frase así. Sólo una pega: me aterra cuando un cineasta se pone a hablar de guerras, cuando moraliza en torno a las guerras. El horror se muestra, no se explica. El amor, probablemente, siga las mismas reglas. La película dura veinte minutos más de lo que debería y le sobran dos o tres escenas descaradamente.
Si por lo menos hiciera pensar -efectivamente, ¿qué periódicos estuvimos leyendo durante los 10 años de atrocidades en los Balcanes?- hubiera servido de algo, pero no ha sido así. Con todo, la diferencia entre Coixet y la gran mayoría de sus compatriotas contemporáneoses escandalosa.
El Estado es un sensor
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*por Yaiza Santos*
Enumeró, en contra de su costumbre, lo que hasta ese momento había
declarado el señor Víctor de Aldama ante el juez. Por ejemplo los p...
Hace 14 horas