La esquizofrenia constante entre la admiración y el temor. Por un lado, los impresionantes resultados en toda clase de disciplinas deportivas, ante la exaltación del Secretario de Estado. Por otro lado, los continuos escándalos que involucran una y otra vez a médicos, masajistas, deportistas españoles en temas de dopaje, ante la preocupación evidente del mismo Secretario.
De momento, oímos las balas, eso quiere decir que no nos dan. Incluso, nos sirven para ganar algún Tour. Eso está bien.
Ahora, que incluso los abogados de Landis sean españoles tiene un punto cómico. Phonak, su equipo, siempre con director deportivo español y médico español de por medio -como la gran mayoría de los equipos ciclistas del pelotón-, lleva años sumando positivos y expulsiones de corredores. Cuando, en un gesto cara a la galería, los responsables se escandalizan y rompen el contrato de Landis, ¿a quién recurre el americano? A un grupo de abogados españoles, especializados en defender a deportistas dopados.
Sin duda, el dopaje es una industria muy rentable en España, algo así como un cuarto sector.
¿No debería eso preocuparnos y poner en duda algunos de los resultados de nuestros deportistas, por lo menos en aquellas especialidades en las que nuestros médicos han demostrado su valía, es decir, las de resistencia? Nadie se atreve a decirlo. Parece que estemos esperando un escándalo a la griega, con Kenteris y Thanou corriendo delante de la policía.
La excusa para cerrar los ojos parece estar en que ningún gran deportista español se ha visto aún afectado. No es del todo cierta: tenemos a Roberto Heras, tenemos a Alberto García y no deberíamos olvidar el insólito caso de "Juanito" Muehlegg, el triple campeón olímpico que acabó desposeído de todas sus medallas.
Le trajimos, le cebamos y le olvidamos. Así funcionan las cosas.
La fiesta del aguafiestas
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[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 3:05]
Buenas noches. Mi aguafiestismo profesional me obliga hoy a la tarea,
ciertamente desagradable, de arremete...
Hace 7 horas