He llegado tarde a Cheever y quizás sea lo mejor. Cheever y Carver a la vez hubieran sido demasiado y en dosis pequeñas y espaciadas me harán el bien justo. Curioso, el empeño de los relatistas norteamericanos en no acabar sus relatos. A Benjamín le deberían desesperar, aunque algo me dice que no es el caso.
Ascensoristas y clase media-baja urbana. Apartamentos en los que las historias –las vidas- se cruzan, cuadros pintados en forma de viñetas, muchos nombres, siempre con sus apellidos –la importancia del apellido en la narrativa estadounidense, herencia quizás de Chejov y compañía-, muchas tramas que se van explicando con detalle pero con una distancia insalvable.
Una distancia casi aséptica. Lección de anatomía.
Un cuadro que explica mostrando, sin mayor intención. Las cosas son así. No hay final, no hay cazuela de oro al final del arco iris. Eso es todo. Disfruten las vistas.
La fiesta del aguafiestas
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[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 3:05]
Buenas noches. Mi aguafiestismo profesional me obliga hoy a la tarea,
ciertamente desagradable, de arremete...
Hace 7 horas