domingo, marzo 09, 2008

Rafa Pons y Lucas Masciano en Villanueva del Gállego


Rous me recoge. Nos conocemos de antes. Ella me conoce de antes y yo la debería conocer, pero no la re-conozco, porque nos vimos un día que yo estaba más bien alegre en la inauguración de un centro de Yoga. Conducimos con Sabina, Robbie Williams, Morrisey... A las tres horas estamos en Zaragoza, y nos perdemos, y nos desesperamos, y nos encontramos y acabamos en casa de Ana y Raúl, ellos pidiendo pizza, yo, bajando a por una hamburguesa al Mc Donald´s.

En casa de estos chicos están Justo y Carmen, David y Olga y Lalita. Tocan canciones y las cantamos. Hablamos algo de política, pero muy poco, lo justo. No más de lo necesario, desde luego. Cuando llega el momento, nos subimos en el coche y vamos a casa de Myriam. La casa de Myriam va a ser mi casa esa noche, y Myriam aparece espectacular con un vestido de noche negro que se acaba convirtiendo en un vestido ceñido azul, con el que está igual de guapa, pero llama menos la atención.

Vamos a un concierto de Rafa Pons y Lucas Masciano, al fin y al cabo, no piden etiqueta.

Myriam tiene una casa preciosa. Absolutamente preciosa. Grande, pero no muy grande. Con fotografías en blanco y negro -una de mi tío preside el salón y siempre es raro entrar en una casa ajena y encontrarte con una foto de tu tío- y distintas decoraciones y mucho rosa y mucho violeta y un punto popero-moderno que me encanta. Absolutamente. Mejor que cualquier hotel, desde luego.

Las chicas se arreglan, David y yo recogemos a los primos de Olga y tiramos todos juntos para Villanueva del Gállego. Lucas Masciano está haciendo la prueba de sonido, así que molestamos lo justo: saludo a Rubén, saludo a Rafa, saludo a Joan Berenguer, el compañero de fatigas nocturnas de aquella noche con Lichis después del Búho Real... Toño Berzal hace de anfitrión: organiza conciertos y cenas. No necesariamente en ese orden.

Está encargado de cosas de la Expo y lleva artistas a Zaragoza y Villanueva. Hace poco, al propio Lichis. El público acabó haciendo la conga, según dicen.

Nos lleva a "El Pesebre". Es un sitio cuya fama le precede en demasía. Se come bien, pero se pega a los niños. No es bueno pegar a los niños, amigos. Además, la tele puesta todo el rato... política, fútbol... difícil mantener la atención. Llega Jose Romero con su mujer, su entrañable mujer, divertida, simpática, capaz de bailar sobre las mesas si es preciso, aunque al final no es preciso. Terminamos la cena y vamos al auditorio y hay unas mesas muy monas, puestas con sillas y velas y cubatas a 3 euros y esa es nuestra perdición.

El niño tailandés nos emborracha a todos, que entramos, salimos, cantamos, botamos... primero con Rafa -"voy persiguiendo a la luna, me cago en tu padre, no tengo ninguna razón para odiarte, pero simplemente me acuerdo de ti...", al estilo Albert Pla-, luego con Lucas, que presenta disco, y, ya digo, uno se acerca y se aleja, pero no sabe muy bien de qué ni de quién, porque al fin y al cabo todo el mundo es encantador, pero, no nos olvidemos, todo el mundo -casi todo el mundo- es desconocido... y Rossy habla de mi libro y subo para felicitar a Rafa y bajo para beber otra copa y de repente hay que irse y nos vamos.

Nos vamos a Zaragoza capital, claro. A un sitio que se llama "Zentric", ¿es eso posible? ¿no se llamará Zentrum? Ni idea. Antes pasamos por un irlandés para beber Guiness y ligar con una camarera preciosa que se llama Noe -"¿Noe de Noelia o Noe de Noemí?" Noe de Noemí y acabamos en el "Zentric" o "Zentrum" o whatever, que tiene dos plantas y todos tenemos la habilidad de llegar a la vez. . Invitamos y nos invitan. Probamos masajes, pero es una táctica muy vieja y fácilmente reconocible.

Vanessa me presenta a unas amigas. Les aseguro que fui portada de Super Pop y poster interior de Cosmopolitan justo el mes después que Darek. No se lo creen. No sé por qué, la verdad. Nos reímos. Myriam e Isabel se van, yo me quedo con Rafa, Noriega y Berenguer. Es lo que queda y lo que queda se desplaza con cierta torpeza hasta otro bar, que está lleno, y Rafa intenta llegar a la barra y lo consigue, pero Noriega y yo nos cansamos, y nos vamos, y yo vuelvo a llamar a Myriam, porque -recuerdo- duermo en casa de Myriam y está en un bar que se llama "La casa del loco" y resulta que media Zaragoza está reflexionando allí, en la cola. Unas cincuenta-cien personas esperando a entrar, y como yo no voy a entrar ni de coña -o no antes de que amanezca- ellas deciden venir, me pegan un buen repaso en el coche, por suave, soso y bajito, y yo a cambio le lleno la mañana a Myriam de ronquidos.

Porque soy así, cuando me ofendo.