sábado, diciembre 13, 2014

Macarena Gómez, más allá de "La que se avecina"



Macarena Gómez en la portada de "Yo, Dona" llena de transparencias. Un éxito inesperado: jamás pensé que Macarena se acabaría haciendo popular con la comedia. Recuerdos de la actriz antes de "La que se avecina": una entrevista para Tendencias, su mirada de súcubo hipnotizando al periodista y un partido Real Madrid-Barcelona con Aldo, Aldito, en el "Coco´s" de Medina del Campo, donde ya la gente la paraba y le preguntaba: "¿Qué haces tú aquí?" en medio de un festival de cine, como si fuera una cebra.

Un poco más tarde, ya cerca de algo parecido a la fama, Macarena en la plaza del 2 de mayo explicándome cómo quería que le hiciera la bío para la web y hablando del inicio de mi romance con la Chica Diploma. Macarena y la Chica Diploma, las dos, en el Matadero, entradas gratis para ver "Orquesta Club Virginia", con el chico de Los Serrano haciendo de seductor y ella, con su disimulado acento andaluz, arrastrando la pierna, ligamentos de rodilla destrozados tras una mala caída.

Y ahora, Macarena en las portadas. "Quiere que la valoren también por sus papeles dramáticos". Lógico. Macarena es mucho más que Lola aunque no niego que Lola sea un personaje que le venga como anillo al dedo. Macarena, musa del corto español de mediados de los 2000, maniquí de Eduardo Chapero-Jackson, yonqui de tantos directores noveles, asesina en serie al ritmo de "Barbie girl" y ahora, de nuevo, protagonista de una película de terror. El cine de género, punto de unión con su ex pareja Jaume Balagueró. Una vez le pregunté si no tenía un poco de celos de no haber sido la protagonista de REC. "No", dijo con una media sonrisa, "para ese papel necesitaban una reportera, yo soy una actriz".

Y de las mejores.

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El partido del Barcelona en Getafe resumido en un intento de salida con el balón jugado que acaba en seis pases entre jugadores apenas separados entre sí y un despeje del central al otro campo. La falta absoluta de fe en uno mismo y en una manera de jugar. El Barcelona ha pasado de ser una máquina que podía ganar seis títulos poniendo a Jeffren y a Pedro en las bandas a ser un equipo de enorme talento que se apoya tanto en las individualidades que en cuanto falta Neymar, todos a temblar. La sensación de que los jugadores no saben en qué equipo están jugando: ese Bravo lanzando contraataques al voleón como si arriba tuviera a Cristiano Ronaldo o a Gareth Bale en plena carrera.

Una vez, Florentino Pérez dijo que el modelo del Madrid "es ganar" y se le cayó la prensa encima. La parte de la prensa que no tiene atada en el sótano, quiero decir. Tenía toda la razón del mundo: el Madrid gana y gana y gana y nunca se pregunta cómo. Es un mecanismo sencillo: pones a los mejores en el campo y que hagan lo que les dé la gana, que diría Floro con otras palabras. Desde Barcelona y desde muchos otros lados se ha criticado mucho esta manera de concebir el fútbol porque parece poco trabajada, pero ahorra mucho en psicólogos.

Desde la marcha de Guardiola, el Barcelona pasa tanto tiempo en el diván que luego le cuesta ponerse de pie sin que le pesen las piernas. Leo Messi y diez más, Luis Suárez en la versión más vulgar que le hemos visto nunca, poco más que un Larsson voluntarioso. Los que entienden el fútbol por los kilómetros recorridos deben de estar encantados con él. Detrás de eso, un problema que se repite: el "Tata" Martino al menos parecía un hombre atormentado, todo el rato pidiendo disculpas por todo, incluso ya como seleccionador argentino, flagelándose por lo que pudo ser y no fue. Luis Enrique, ni sabe, ni contesta. Su equipo juega a tirones e impulsos. Eso puede ser un modelo, como lo es en el Bernabéu, y no pasa nada, pero al menos sal a la rueda de prensa y juégate la burla.

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Lara Moreno escribe sobre su llegada a Madrid, sus primeros años en el barrio de Malasaña, calle de San Mateo, y yo la recuerdo así, bellísima, completamente sevillana, con su antología de relatos que incluía uno mío sobre la Universidad Autónoma, coincidencia improbable. Tomábamos cafés y vinos en aquel precioso bar-librería llamado "El bandido doblemente armado" de la calle Apodaca, que tuvo la imprudencia de abrir años antes de que el fenómeno se pusiera de moda. Lara invitándome a conciertos en el Búho Real y yo diciendo todo el rato que sí para acabar quedándome en casa. Me pregunto si nuestra relación en el fondo no ha sido sino eso: un continuo desencuentro, dos líneas absurdamente paralelas que solo se cruzan cada tres o cuatro años. Una desgracia, en definitiva. Para mí, que la quiero tanto, una desgracia.