viernes, diciembre 12, 2014

Violet



Es una mañana Hole y no sé por qué. Una mañana de adrenalina, de un cierto buen rollo canturreando "When I went to school... in Olympiaaaaa" y recordando que yo mismo estuve en Olympia, estado de Washington, a pocos kilómetros de Seattle. Fue la última etapa del viaje con Inés y acabamos en un motel al lado de un casino indio. Cuando encontramos el valor para entrar bastó con ver las caras de los que estaban dentro para que el valor se fuera por donde había venido y nosotros saliéramos por la puerta del fondo sin llegar a pararnos ni en la ruleta francesa.

Olympia y Aberdeen, nombres grunges por excelencia. Cuando acaban los recuerdos de Olympia, retumba el "Violet" en la cabeza. Hay algo muy sórdido en las canciones de Hole, algo sórdido en la mente de Courtney Love que iba mucho más allá de películas de Hollywood y piel de celebridad. Algo como repetir "Go on, take everything, take everything, I want you to; go on, take everything, take everything, I dare you to". Y ese enigmático final: "I told you from the start just how this would end: when I get what I want then I never want it again".

Son canciones agresivas, por supuesto, sobre todo femeninamente agresivas y con eso me refiero simplemente a que es la agresividad vista desde la óptica de la mujer. Siempre me ha sorprendido lo poco que se reivindica a Love desde esos ámbitos, casi menos que a Yoko Ono, que se limitaba a sentarse ahí y no abrir la boca, Love nos escupía desde el escenario y nos llenaba la cabeza de canciones turbias de un minuto y medio, como un "True Detective" pasado por la termomix. Los trozos del cuerpo de Jennifer embadurnando toda la casa.

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En el semáforo de la Ronda de Valencia, caminando hacia el Reina Sofía, una pareja se dice adiós con la mano, es decir, se dice adiós con una distancia buscada. A lo mejor es un gesto de complicidad y a lo mejor es un "no pudo ser" en toda regla o, por no ponernos tan negativas, un "quizá, más adelante...". Me gusta quedarme con esta versión, con la del chico y la chica que comparten las noches y se despiden adormilados en un cruce de Atocha pero sin la decisión suficiente para que el saludo público pase del que se haría a un niño pequeño: dedos hacia abajo golpeando la mano que se mueve.

El encanto de las mañanas después de dormir fuera. El encanto, especialmente, cuando te da la impresión de que ese dormir fuera empieza algo o al menos te ha cambiado de alguna manera. En "La estética del francotirador" uno de los chicos consigue por fin acostarse con la chica de sus sueños. Realmente era el único que no lo había conseguido hasta el momento y al día siguiente se va de la casa avergonzado y deja una nota pidiendo disculpas. "No estoy en mi mejor momento". La adrenalina de jugar fuera de casa y el bajón del día siguiente, primera luz de la mañana.

Que yo recuerde, salí así de Ópera, salí así de casa de Hache en Fuencarral y salí así de Campamento, solo que ahí el bajón era mayor que la adrenalina. La mágica sensación de "nada volverá a ser como antes" que acompaña a las noches de incendio.

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Dice Paco Marhuenda que los votantes de derechas volverán a votar al PP porque no les queda otra opción. Qué hombre, Marhuenda, empeñado en ver votantes de izquierdas y de derechas por todos lados cuando en realidad no debería haber sino votantes, sin más, ciudadanos. Esa obsesión por dejar claro quién es de los míos y quién es de los otros; una obsesión, entiendo meramente profesional, para poder cerrar la tribu en torno a unos mensajes de odio al otro, tal y como expliqué el otro día en mi artículo de JotDown sobre el fútbol y la violencia.

Una obsesión profesional, digo, porque Marhuenda no parece que se mueva con tantos remilgos en lo personal. El nivel de demagogia ha crecido tanto que hasta el director de La Razón puede llegar a caer simpático. Nunca he conseguido creerme nada de lo que dice, esto es, nunca he conseguido creerme que él se crea lo que dice, que no es exactamente lo mismo. Ni siquiera me parece que ponga demasiado empeño. Es curioso, justo cuando ahora la izquierda parece alejarse de esa frase tan idiota de "los que no saben si son de derechas o de izquierdas es que son de derechas" llega Marhuenda y dice lo mismo al revés: "los que no saben si son del PP es que no son de derechas".

Un mundo sin matices a tanto la tertulia. Un mundo feliz donde no solo Podemos sube en las encuestas sino que su polo opuesto es el único que arrasa en el OJD.