miércoles, diciembre 31, 2014
Yo sobreviví a 2014
La nochevieja será tranquila, como complemento perfecto a un año agotador. Mi mujer, mi hijo y yo en casa, comiendo gajos de mandarina porque no nos hemos preocupado ni de comprar uvas. Ahí fuera hay un mundo que espera el final del año cuando aquí dentro las cosas se viven de distinta manera, como se vive todo cuando no se duerme y cada instante se llena de urgencia. Se va 2014 y parece uno de esos partidos del Real Madrid o el Barcelona donde tienes la sensación de que no han jugado a nada y en el resumen te sacan diez jugadas de la leche.
Como yo vivo con un margen de entre dos o cuatro años de distancia -lo que tarda mi cerebro en asimilar las cosas- no me queda más remedio que dejar por escrito todo lo bueno que ha pasado para así poder creérmelo: en 2014 nació el Niño Bonito, colaboré en JotDown, la COPE, GQ, Gigantes del Basket, Cuadernos del Basket, ZoomNews, El Estado Mental y la revista Líbero. Publiqué tres libros que estuvieron en las estanterías de la FNAC, El Corte Inglés, La Casa del Libro... entraba a comprar cualquier cosa y me encontraba a mí, una sensación extrañísima. Hice una cobertura del Mundial de baloncesto para el Magazine de Martí Perarnau como para sentirse orgulloso y acabé el año con más de 4000 seguidores, eso sin pisar un plató de televisión ni hacer demasiado el ridículo.
En lo personal, tenemos una casa nueva, en mi barrio de toda la vida, es decir, en mi infancia, que lo mismo es la de Alvarito. Mi mujer sigue siendo preciosa y una profesional excelente y me quiere pese al cansancio como yo la quiero pese al insomnio. Viajamos juntos a Fuerteventura y pasamos una semana maravillosa, como maravilloso fue el fin de semana en Málaga, viendo la ciudad desde la azotea del AC Palacio mientras Montano le decía "poh" al Niño Bonito. Estuve en Medina un año más, soñé con ir a San Sebastián -me puse bastante pesado con el asunto, de hecho- y aunque ya no veo a mis amigos porque no tengo tiempo me dicen cosas preciosas cuando les mando una foto del chaval con cuernos del diablo.
Todo ha pasado tan rápido que pareció que no era para tanto, pero, vaya, con alguna cosa que no me queda más remedio que obviar y que ha acabado rematando el año en lo improbable, creo que es de esos años que cuentan por una vida entera.
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Hubo unos años de nocheviejas raras. Acabé 1998 en casa de una familia desconocida ante el enfado de mi novia de los noventa, a la que había prometido ir a visitar a Galicia en vez de quedarme en Madrid con la Chica Langosta, mirando embelesado cómo planchaba la ropa. Una cosa es el amor y otra es el síndrome de Stendhal y cuando se juntan ya es la hostia. En cualquier caso, acabar el año con la Chica Langosta no fue una gran idea: al año siguiente discutimos cuando fui a verla a Toulouse. De hecho, la Chica Langosta y yo conseguimos discutir en cada uno de los países en los que coincidimos que no fueron pocos para dos post-adolescentes.
Ese año, del 99 al 2000, T. se quedó en Madrid y fuimos a casa de una amiga suya de Diario 16 que ahora está de directora de "Sálvame". Hay veces que mi biografía me abruma. Fue una noche tediosa, cansada, que acabó en Huertas entre bares llenos de gente. Era la primera nochevieja que pasamos juntos y fue la última: en noviembre me dejó y no hizo falta discusión alguna. Todo muy civilizado. Cautivo y desarmado, me fui con los amigos de mi hermano a pasar la nochevieja a su casa-tótem de Ópera. Para mayo de ese mismo año ya no nos soportábamos.
Diría que ahí acabó el gafe, porque en 2002 estuve del comisario del muérdago con mi primo Guille y en 2003 repetí y en mi vida apareció L. y la costumbre inesperada pero preciosa de iniciar relaciones el 1 de enero, con la propia L. y luego con B., relaciones intermitentes y erráticas que a veces acabaron muy mal y a veces muy bien. La última nochevieja digna de ese nombre fue la de 2005 a 2006. El año siguiente lo pasé en casa con B. viendo "Sé lo que hicisteis..." y por supuesto a los tres meses lo dejamos. El resto, no sé, un triste vagar por bares y casas de conocidos. Fiestas de disfraces ochenteras. Taxis que llevan a casa.