lunes, diciembre 22, 2014
Clara del Rey, Prosperidad, Madrid
Lo primero que contesto a la propuesta de Pedro Torrijos es "¿Y cuánto pagáis?". A mí me parece una respuesta grosera, impropia del contexto de complicidad, un pub de la calle Barbieri en pleno 19 de diciembre, multitud de empresas celebrando sus cenas por todo el barrio de Chueca. Venimos de cenar en un gastropub japonés un poco más abajo, en Barquillo, y aunque todo apuntaba a una retirada a tiempo -mi mujer no duerme, mi hijo tampoco, me temo que una cosa tiene que ver con la otra- he conseguido hacerme convencer por Nacho Carretero, María Ramiro y Paula Corroto para complicarme un poco la vida
Ha sido una cena cuando menos curiosa porque lo que tiene la revista es que nadie conoce a nadie en persona y perdonen la exageración. Así, la llegada al restaurante se convierte un lento acercarse de colaboradores, parejas a lo sumo, tanteando para no meter la pata y buscando un rincón donde molestar lo menos posible.
Con el vino, acabamos todos hablando de Podemos, claro, incluso de liberalismo, y en la post-cena, el copeo, Kiko Llaneras confiesa aburrirse con la demoscopia, Álvaro Corazón Rural habla de Belgrado, Arlauckas y Biriukov, y Pedro Torrijos, ya digo, hace propuestas a las que yo contesto de manera torpe pero natural. Decía Jabois que pagar era una cosa de los noventa y que ahora cuando te ofrecen un trabajo lo primero que debes contestar es "¿Qué se debe?". Bueno, pues voy yo, y hago exactamente lo contrario. Ni escritor, ni periodista, recaudador.
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Sábado por la tarde en Clara del Rey. Medición oficial de salón, habitación del niño, dormitorio y despacho. Pequeños problemas con los cuartos de baño y sus váteres móviles. Lavabos encharcados. Por lo demás, un lugar tranquilo, silencioso, relativamente amplio. Un buen sitio para formar un hogar, diría yo, mientras la Chica Diploma saca el metro y me pide que me apoye para que no se mueva y soy tan torpe que acabo manchando la pared. Dos sofás mejor que un chaisse-longue. Armarios por todas partes. Una familia que escucha flamenco a lo lejos y el neón de Mahou visto de refilón desde la terraza del séptimo piso.
Al salir, un par de refrescos en una terraza y un paseo por el Carlin para comprar folios. Clara del Rey seguro que tiene sus problemas y sus defectos pero al menos parece vivo. Planetario, con esas calles enormes solo pobladas por carritos de bebé, a veces tiene un aspecto de escenario de "Walking dead" que asusta. Cinco bares y los cinco llenos. Solo una calle mínimamente comercial y a partir del cruce con Embajadores. Vamos a algo distinto y, para ser sinceros, me apetece una barbaridad.
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Reunión con la Chica Portada en Malasaña, cervecería Cabreira, patatas con ajo verde por encima y unos chorizos fritos. Junto a nosotros, Fer, Álida, Carlos y Sofía. Hablamos del Colonial, aquel sitio que en su momento fue conocido como "El Agujero Negro" y sin el cual nunca nos habríamos conocido. "Un Tínder en 3D", que dirían en Nueva York y que cumplirá quince años en cualquier momento. En la mesa, todos tenemos treinta o más menos Sofía, que los cumplirá el año que viene. Todo lo que vivimos nos resulta inaudito, por supuesto.
Hay dos cosas que me hacen especial gracia. Una, cuando Álida dice algo así como "en el Independance me sentí viejísima, estaba lleno de chicos que tenían nuestra edad cuando íbamos ahí". El problema es que entonces yo no tenía la edad de esos chicos sino exactamente la que tiene Álida ahora, la que le hace sentir tan vieja. Otra, cuando hablamos de la edad que tenía B. cuando me dejó definitivamente y se fue a vivir a Barcelona. Veintidós años. Habíamos estado saliendo durante un año y medio. Por un momento, la idea de salir con alguien que un día tuvo veintiún años recién cumplidos me parece atroz, antinatural. Supongo que es lo que pasa cuando te conviertes en padre.
Más que nada porque la madre de Alvarito solo tiene unos meses más que B., Inés siempre me afeó la fijación con determinados años.