El odio se sabe dónde empieza pero no dónde acaba. La primera versión del odio, de hecho, fue la risa. Hablo de Telecinco, claro. Las persecuciones en "Qué me dices" eran divertidas, novedosas, el tono, desenfadado, menos crispación que en "Tómbola", primer paradigma de la telebasura noventera. Los presentadores eran frescos y se llevaban bien entre ellos y Belinda Washington estaba buena pero no demasiado. Como contrapunto, Chapis, con sus orejas de soplillo, su naturalidad, un cierto macarrismo al hablar, voz cazallera, y guiones inteligentes.
Nos caía bien a todos, incluso a los filósofos adolescentes.
Chapis y Belinda Washington, ya digo, el origen de la desgracia. Después de ellos, el caos. Después de ellos, Salsa Rosa y Aquí hay Tomate. Es indudable que el formato de Aquí Hay Tomate era una copia del de Qué Me Dices, pero ahí estaba Jorge Javier Vázquez, el hombre que cuando era pequeño y le preguntaron qué quería ser de mayor dijo "miserable" y no ha dejado de intentarlo en toda su vida hasta acabar consiguiéndolo con creces. Si se piensa, Chapis era el anti-Vázquez. Chapis era de todo menos odio, y el QMD -empezaban las siglas, en Al Salir de Clase ya se hablaba del CBC- resultaba de una inocencia casi enternecedora.
El programa derivó en revista, algo muy de Telecinco, y en Telemadrid hicieron algo llamado "Macumba" y que pretendía ser parecido y en 1997 quitaron el programa, demasiado inocente ya incluso para esa época de odio declarado, escarnio de los famosos. "Ahí están, ríete de ellos, búrlate, no tienes su dinero ni su fama pero puedes humillarles. Podemos humillarles. Podemos odiarles y que lo sientan". Chapis tuvo una enfermedad o eso creo. No volvimos a saber nada de él.
María Teresa Campos se hizo con las mañanas, Terelu con las tardes. Corrillos y tertulias de mercado. La "claque" dejó de aplaudir.