lunes, septiembre 06, 2010

El tedio de la selección española de baloncesto


El otro día Lucio Angulo escribía, creo que en El Mundo aunque puede que en Marca, un muy buen artículo sobre las sensaciones que la selección española de baloncesto dejaba en los aficionados. Venía a decir que España es como esa novia o novio que, después de una larga relación, ya no te sorprende y a la que solo ves defectos aunque en realidad siga siendo la/el de siempre. Yo llevaba tiempo pensando lo mismo, y me alegró ver que un ex jugador coincidía, aunque reconozco haberle cantado cosas terribles en su etapa en el Madrid.

El caso es que España en los últimos cuatro años ha jugado cuatro finales: dos europeas, una mundial y otra olímpica. Ha ganado dos y las otras dos las ha perdido in extremis. Con esos antecedentes, ¿cómo vamos a motivarnos con un partido ante Nueva Zelanda en la primera e inútil ronda de competición? Vamos con el sable entre los dientes. Peor aún, vamos aburridos, cansados, es decir, con ganas de bronca por cualquier tontería. El entrenador no tiene ni idea, los jugadores se han acomodado, el banquillo no sirve de nada, no hay actitud en el rebote...

Los acomodados, me temo, somos nosotros. Acomodados al éxito, que es algo terrible. Acomodados incluso al buen baloncesto, al mejor baloncesto, treinta arriba al descanso, alley-hoops y defensa presionante. La decisión correcta siempre en el momento correcto. Eso ya es complicado de mantener en un campeonato, imagínense en cinco campeonatos seguidos. Aun así lo pedimos porque estamos un pelín hartos de preparatorios y queremos ir al grano, a la eliminatoria, la medalla, el título... No ayudan en absoluto las macrogiras de la FEB televisadas por La Sexta. No es ya que estemos hartos de Scariolo, es que estamos hartos de jugar siempre en casa con los árbitros a favor, de oír las mismas anécdotas de Iturriaga y Epi y este año, además, sin el punto espontáneo de Andrés Montes. Mel Otero es muy buen profesional pero un narrador más bien soso.

Igual que lo sería yo, por otro lado, no hay nada personal en esto.

En fin, que para cuando llega el Mundial ya hemos visto a España ganar a todos los equipos durante un mes, con las mismas promos, los mismos chistes, la misma incapacidad para analizar el partido desde el punto de vista táctico e ir más allá del "este partido lo ganamos", "esta canasta la vamos a meter", "los nuestros son muy buenos, los demás son muy malos "¿por qué no pitan nada los árbitros?". Es curioso porque Marca TV en ese sentido ha sido una revelación. En su debe está rescatar a Corbalán y Trecet, dos hombres que no se enteran de nada y lo peor es que creen que sí. El resto de comentaristas y expertos son buenísimos: saben cuándo recordar y cuándo quedarse en el partido, conocen a los jugadores, sus virtudes y sus defectos, explican cuáles son las jugadas e incluso cómo pararlas. La conexión Messina-Djordjevic, por ejemplo, es prodigiosa.

En cambio, cuando llega España resulta que tenemos que aguantar otra vez que si Iturriaga era un palomero, que si "en tus tiempos, Epi" y a la pobre chica lituana que ni está ni se la espera. Carlota Reig se salva de la quema, otro descubrimiento de juventud y ganas mezcladas con talento. El resto no ayuda, desde luego. No solo es el mismo equipo y las mismas expectativas... son las mismas voces y los mismos tópicos. Lo dicho, te pones a ver un España- Líbano y como la cosa salga medianamente aburrida quieres echar a todos del país. La afición hiberna hasta los octavos y es normal que al equipo eso le llegue y le pase algo parecido.

En octavos la cosa cambia. La actitud y los jugadores cambian, quiero decir, los comentaristas son los mismos. Eso es lo que aprenden los equipos campeones, esto es, los que no tienen nada que demostrar. Si este cambio servirá para ganar a Serbia en cuartos no puedo saberlo, pero la cuestión es que en torno a la selección, desde hace tiempo, hay demasiado run-run que no tiene nada que ver con el baloncesto. Y que eso agota a cualquiera. Luego, los jugadores van y lo arreglan. O no, ya se verá, porque aunque se nos olvide nadie es imbatible ni se le debe exigir como tal.