"Las teorías salvajes" no es solo una novela generacional pero también es una novela generacional, probablemente sin pretenderlo. No hay treintañeros en crisis. No hay complicadas relaciones chico-chica. No hay un despliegue de conocimientos de tecnología 2.0. De hecho, es una novela sobre perdedores de instituto, en este caso, perdedores de universidad. Esa gente a la que un futbolista de éxito calificaría despectivamente de "filósofos". Feos, pero listos. Una pedantería natural y nada forzada. Simplemente, se limitan a saberlo todo y muestran casi aburrimiento por ello. O al menos una distancia.
Pola Oloixarac escribe tan bien que asusta. Probablemente no haya escrito una obra maestra, pero está muy cerca, y creo que cualquiera de nosotros mataría por que alguien dijera que hemos estado muy cerca de escribir una obra maestra. En "las teorías salvajes" hay sobre todo eso, teoría, es decir, rigor y orden. ¿Ante qué? Ante el caos. No cualquier caos, ¡el caos argentino, ni más ni menos! Una pareja de estudiantes de izquierdas, unos cuantos profesores "comprometidos" y una loca que busca el milagro en busca de sorpresa y persecución obsesiva.
No hay nada forzado aquí, esa es la virtud de Pola. Incluso aunque en algún momento se refiere a ella, a su edad, su ciudad... nunca la vemos detrás de los personajes. Tampoco sabemos cuándo hay ironía y cuándo no. Todas esas referencias a la historia argentina, tan fresanianas, todo ese "speech" de militancia política desgastada y hueca... No se busca la risa, sino la sonrisa. No hay sentimiento alguno, sino constatación y memoria. Kamtchowsky escuchaba a Roxette -"The look", para ser más exactos- veía "Can´t buy me love" -"No puedes comprar mi amor" en la traducción española con la fugaz pero adorable Amanda Patterson- y después se puso a estudiar filosofía.
Yo necesitaría unas obras completas para explicar eso, o al menos dos blogs compulsivos. Ella lo despacha, así, como si nada.
Ahí está el punto generacional. Dentro del registro elevado de la novela, y en eso me recuerda a Nothomb, es capaz de hablar de Google Earth, pop indie, el personaje de Michael J. Fox en "Enredos de familia". Todo eso, no como algo ajeno sino como propio de la cultura general de todo treintañero. Cita a Hegel o a Heidegger e inmediatamente a un personaje de SouthPark. Sin intentar sorprender a nadie, simplemente porque así se entiende mejor. Porque así, yo, al menos la entiendo mejor.
La estructura de la novela deja dudas. De ahí que no me atreva a lo de "obra maestra". El resto es un alarde de inteligencia supremo. La diferencia entre el conocimiento y la documentación. En la contraportada hacen mucho énfasis en que hay un pez llamado Yorick y un gato llamado Montaigne, pero para mí lo magistral es que haya otro gato, de otro perdedor nerd, feo y gordo, que se llame Cartman pero vaya con el gorro de Kyle. Y que se explique así, sin más: "Se llama Cartman pero va con el gorro de Kyle". Eso, después de una disertación sobre "La ideología alemana" y quedándose tan tranquila.