Lo bueno de los cortos en relación con la música es que los ritos de apareamiento son más sutiles o al menos se dejan para la fiesta posterior a la proyección, donde a veces, entre tanta actriz de mirada distante, se observan verdaderos documentales de naturaleza con los predadores zancudos acechando en la oscuridad. Eso no quiere decir que no me gusten los conciertos, obvio, pero me gustan con música y canciones y un poco de entusiasmo. Como si de verdad quisieran dedicarse a ello.
El cortometraje es un medio muy caro como para abandonarlo a la líbido. No hablemos ya del largo. Madrid vuelve de vacaciones con su Plataforma de Nuevos Realizadores, sus pases en el Ateneo, sus Cortos con Eñe, su Barbú y su Cortogenia. Una invitación a la sobredosis. He hablado muchas veces antes de Cortogenia pero sigue siendo un fenómeno curiosísimo: atrévase usted a poner un corto antes de una película en el mismo cine Capitol y recibirá bostezos y algún que otro silbido inquieto. Junte cinco, gratuitamente, y conseguirá un lleno a rebosar, casi 1000 personas.
El jueves fue uno de esos días de Capitol hasta arriba, segundo anfiteatro incluido. Cuatro proyecciones cuidadas y de calidad, aunque con resultado irregular: "Qué divertido", el primer corto de Natalia Mateo en solitario, cuenta con el atractivo de unos diálogos muy buenos y una actuación sobresaliente tanto de Teo Planell como del impresionante Luis Bermejo. Todo el corto descansa sobre ellos y ellos responden. El mérito de la directora es enorme: la historia es suya, el corto es suyo... ¡hasta el hijo es suyo!... y sin embargo decide echarse a un lado y dejarles expresarse. Un auténtico éxito.
"Picnic" es un ejemplo del cine "con intención", a cargo, cómo no, de Gerardo Herrero. Producción impecable, realización cuidadísima, gran actriz... y un mensaje un tanto manido con momentos surrealistas. La guerra es mala, señores. Algo parecido me pasa con "Hemisferio" y puede que aquí todos mis prejuicios me impidan ver el bosque. En este caso, el mensaje es "los inmigrantes sufren aunque en realidad son como nosotros". De paso, Hugo Silva se pasa todo el corto luciendo pectorales y Blanca Suárez, otro icono televisivo, sufre en bikini.
Tengo un problema con Blanca Suárez que, por supuesto, no es con Blanca Suárez, sino con la calidad de los trabajos que se ofrecen a los actores y actrices de este país: en apenas 12 horas he visto a Suárez en un corto y en un largo. En ambos, sufría, se retorcía, gimoteaba y dejaba ver cuerpo. Eso era todo. Esto, insisto, no es una crítica a una actriz cuyo trabajo desconozco sino una constatación de que los papeles no están a la altura del prestigio de algunos intérpretes. Se puede hacer algo más con una chica guapa que enseñarla continuamente en ropa interior. Seguro que ella es la primera en agradecerlo.
Para terminar, "Sinceridad", con Raúl Arévalo y Alicia Rubio soportando el peso del corto. Chico y chica discuten sobre su relación y el amor después de haber compartido cama. La esencia del cortometraje contemporáneo junto al "Todos los negritos tienen hambre y frío", de Glutamato Ye-Ye, y quien quiera ver aquí una crítica al formato solo tiene que ver
mi propio cortometraje para descartar la hipótesis: "Sinceridad" es otro corto donde el director, Paco Caballero, decide echarse a un lado y dejar que el diálogo y los actores fluyan. El resultado es excelente. Ya saben la anécdota aquella de Billy Wilder, que soñaba todas las noches con una idea perfecta para su siguiente película hasta que un día se armó con una libreta en la mesilla para apuntar la idea nada más despertarse y al frotar los ojos descubrió la frase: "Chico encuentra a chica".
Que, por otro lado, iba a ser el nombre de uno de mis libros de relatos, pero aquella época, como todo, pasó.