A mí me hacía gracia que saliera el Festimad. Que un proyecto de bakaladero pastillero traficante ni-ni enamorado de una niña de 14 años con ese punto de matón de discoteca se colara completamente borracho y drogado en Móstoles, en el que era el sagrado recinto de los indies más rockeros. El pop quedaba en Benicassim. La mayoría de expertos te dice lo contrario, que los libros no pueden contener referencias temporales muy precisas a eventos pasajeros. La razón está clara: cualquier chaval de 20 años que lea ahora "Ciudad rayada" no sabrá de qué demonios le está hablando Mañas.
Sin embargo a mí esas referencias generacionales me gustan y las utilizo y me gustaba leérselas a Mañas porque, sí, lo reconozco, yo fui un ávido lector de Mañas, al menos de sus cuatro primeros libros y lo disfruté como una post-adolescente atormentada disfruta de Lucía Etxebarría. Literatura de machitos pasotas y nihilistas. Lo que aspirábamos a ser con 20 años.
Mañas escribía peor de lo que él creía y mejor de lo que los críticos publicaban. No cayó bien en ningún momento. Tuvo un primer intento de literatura seria, con aquel "Soy un escritor frustrado" que quedó en el cajón y se acabó convirtiendo en su tercer libro publicado. Antes, el fenómeno Kronen y "Mensaka". Para mí, había una evolución en todo aquello: no me sentí nada representado por la gente del Kronen, un montón de topicazos resaltados aún más por la pésima adaptación al cine de Armendariz. Me gustaron más la estructura y los personajes de "Mensaka" y me pareció que volaba por fin sin clichés y velocidad punta en "Ciudad rayada".
Aquella, en parte, sí era mi ciudad. O podía serlo.
Fue el inicio del fin. A partir de ahí, Mañas repitió la misma fórmula: borrachera-sexo-borrachera-tráfico de drogas-borrachera-pelea-borrachera-desencanto en la siguiente novela y todo el mundo se levantó indignado como en un concierto de Berthe Trèpat y abandonó la sala. No puedo decir que no intentara imitarle en algún momento. No puedo negar que, en mis fantasías de crítico juvenil, le llegué a juntar con Loriga como si fueran la misma cosa. Y con Bret Easton Ellis. Leí "Historias del Kronen" antes de "Menos que cero" y por lo tanto tardé un par de años en darme cuenta del plagio. Y no porque no diera pistas con aquellos Patrickbeitman y sus Americansaico.
Planeamos el guión de una película que nunca llegamos a hacer: "Historias del Jazz". Era uno de nuestros bares, el Jazz Madrid, cerrado desde hace años. La primera escena era un anochecer y la última un amanecer de verano. Era una película muy triste y nada moral. De cámara en mano. 1995.
El Estado es un sensor
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*por Yaiza Santos*
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