Se percibe en la prensa internacional una incomodidad manifiesta con respecto a Sudáfrica, su organización y sus delincuentes. Como si una vez que se hubieran acostumbrado a las faltas de organización del resto de continentes y a los asaltos del resto de bandas organizadas ahora tuvieran que empezar de cero. Y encima, con esas puñeteras vuvuzelas, o como se llamen. He pensado en recurrir al tópico de la arrogancia occidental, pero tampoco los chinos parecen muy contentos. De hecho, el único ministro que ha hablado sobre el tema ha sido el ministro de asuntos exteriores chino porque a los que han robado han sido compatriotas suyos.
Quizá, simplemente, los chinos ya estuvieran acostumbrados a sentirse incómodos. O, al revés, un chino puede sentirse cómodo a estas alturas en cualquier lugar. Su capacidad histórica de aislamiento.
El caso es que el Mundial de Sudáfrica molesta y los periódicos funcionan como aquellas guías de viajeros ingleses del siglo XIX en las que España estaba llena de bandoleros por las carreteras. Obsérvese la cantidad de bandoleros españoles que aparecen en las películas extranjeras y en las propias. Hay problemas de organización. Vaya novedad. Por supuesto que los habrá, prueba tú a organizar un Mundial, y en cualquier caso a saber quién lo está organizando porque esto, como el propio fútbol, no queda en manos solo de un Gobierno o de una Policía sino de poderes globalizados. Especialistas, en definitiva, sin importar de dónde vengan.
Temen por la seguridad. No seamos buenistas, tampoco: en Sudáfrica hay una alta tasa de criminalidad; muy alta, diría. No sé si mayor que en Río de Janeiro, lo dudo, pero puede que sí. De momento no les han colado una bomba en plena fiesta organizada como sucedió en Atlanta 1996. Si quieren seguridad y organización váyanse a Pekín o a Guantánamo, en la vida real pasan estas cosas: ningún estado puede controlar a todos sus ciudadanos y algunos ciudadanos -de acuerdo, los negros también- tienden a cometer delitos.
Todo el histerismo de esta semana parte de un prejuicio: el Mundial va a ser un caos porque lo organizan africanos. Ese prejuicio tampoco es un invento sin más. No voy a entrar en el rollo paternalista de "todos los negritos pasan hambre y frío": hace poco la selección de Togo fue tiroteada por unos paramilitares cuando viajaban rumbo a la Copa de África y la respuesta de la organización fue expulsarles del torneo y suspenderles dos años. Obviamente, África en muchos aspectos tiene un punto caótico y yo no puedo entrar en razones porque las desconozco. Otra cosa es pensar que todos los africanos son iguales o que, por estar en un continente, un país y sus habitantes tienen que comportarse de determinada manera. El empeño en mostrarnos a los sudafricanos -los sudafricanos negros- como una especie de salvajes con máquinas ululantes, pobres como ratas y dispuestos a robar al primer blanco que vean tiene un punto de "Tintín en el Congo" indudable.
Separemos los datos -Togo- de la fantasía. En Sudáfrica ha habido robos intolerables. A un periodista incluso le apuntaron con una pistola. No animo a alguien a que lo haga pero dudo que sea el primer periodista asaltado en un Mundial de fútbol. De lo que no nos hablan apenas es de la reacción: en 48 horas la policía había detenido a los asaltantes y recuperado incluso la muda sucia de Miguel Serrano. Obviamente, eso no es noticia, y si lo es, solo interesa resaltar una cosa: la eficacia policial, no la eficacia sudafricana. Sudafricanos, con vuvuzela y pistola. Policía universal.
En cualquier lugar del mundo puede ocurrir una desgracia. En Sudáfrica, también, así que no me sorprendería. Espero que no suceda. El mismo año pasado durante las dos semanas de la Copa Confederaciones no sucedió. La gente tiene una memoria de lo más vaga.