lunes, abril 12, 2010

Medina del Campo I. Los sospechosos habituales


A las cuatro de la mañana debería estar agotado, pero sigo inventando historias de vampiros que tienen a Emiliano de protagonista. Aida Folch quiere dirigir su primer corto y la organización le ha ofrecido que lo haga, pero en 24 horas, para la maratón. Estamos a la salida del Cafetal: dentro hace mucho calor, fuera hace un moderado frío. Estamos los de siempre, más o menos, haciendo un breve recuento: Mar Muro y sus lolitas, Esteban Crespo, la citada Aida y alguno de los miembros del jurado de cine, pero no Cristina Teva.

Se puede ser guapa y luego está Cristina Teva.

Se puede ser guapa y luego está Aida Folch.

En general, el mundo del cine está lleno de gente guapa, da gusto.

Eso, quizá, mitiga el cansancio de la entrevista apresurada a Medem, el tren apresurado hasta Medina, la ducha apresurada, la hamburguesa apresurada, el vistazo apresurado a mi propio nombre en el catálogo -una sensación absurda- y el primer visionado de cortos de las cinco, con un nivel bastante bajo, si he de ser sincero. Por ser positivos, destacaré "Yanindara", de Luis Quilez y algunas cosas de "Notes on the other", de Sergio Oksman. "Pichis" de Marta Aledo ya ha sido suficientemente destacado con anterioridad. Un valor seguro.

Mitiga el cansancio de la ceremonia de inauguración, la presentación de jurados y jurados con currículums extensísimos -incluyendo a Guadalupe Lancho, mi Guadalupe Lancho que tantas alegrías me va a dar-, del visionado de dos buenos cortos: "Mi otra mitad", de Bea Sanchís y "Una caja de botones", de María Reyes Mitiga el aburrimiento e incluso el cabreo con el discurso de Juan Vicente Córdoba, productor de este último, y que no solo se arroga unos quince minutos de la gala como si fuera suya sino que juega a eso tan habitual en el mundo cultural de defenderse atacando, es decir, no solo dice que su corto es buenísimo -que, por cierto, lo es- sino que lo justifica a base de criticar las propuestas de los demás -esos cortos que, según él, no dejan de proyectar porque son fáciles y luego van a los Oscars, dicho con un desprecio absoluto-.

Se puede hacer cine como María Reyes o como Juan Vicente Córdoba y se puede hacer cine como Nacho Vigalondo o Borja Cobeaga. No veo por qué una cosa tiene que quitar a la otra. El empeño por dividir y restar...

En fin, el sujeto de estas distintas oraciones ha quedado un poco atrás, así que lo recupero: la belleza de Aida Folch (y la de Cristina Teva, decíamos) mitiga la huida antes del pase de la película de inauguración para poder ver "El orden de las cosas", con Manuela Vellés y la colaboración como ayudante de dirección de David Casas, un tipo estupendo, buen amigo y que se ha currado algunas de las escenas subacuáticas más acojonantes que he visto en un festival de cortometrajes. Ese corto y "Lost" (Perdido), que me decepcionó un poco, quizá porque esperaba mucho. Estas cosas pasan.

Y del pase al autobús y a la bodega e intentar asaltar sin éxito a Elena Anaya porque aquí Elena Anaya es medio festival, y con razón, y además no nos conocemos de nada, así que, bueno, yo intentarlo, lo intento y le comento lo de Medem y las cosas buenas de "Habitación en Roma" pero me quedo con las ganas de decirle más porque, en fin, Elena Anaya es el mito erótico de una generación desde que salió haciendo topless en "Familia", y eso lo sabe y probablemente le aburra y le canse sobremanera. Así que no se lo digo. Así que ella se va con sus padres.

¿Y nosotros? Autobús de vuelta, pero no al Flanaghan este año, por algunas cuestiones burocráticas que me son ajenas pero me valen. Vamos al Cafetal, ya digo, calor dentro y algo de frío fuera e ideas disparatadas sobre directores de festivales vampirizantes. A determinadas horas, lógicamente, el disparate es lo único que queda en la cabeza.