martes, abril 06, 2010

"Los muertos", de Jorge Carrión

Copio aquí por su interés la reseña publicada en CulturaMás sobre el libro de Jorge (Jordi) Carrión, "Los muertos". De todas maneras, dejo el enlace para que lo vean en su esplendor.


Jorge Carrión es un escritor que no pretende dejar indiferente a nadie. Su valentía y ambición llevan tiempo fuera de toda duda y vuelven a reflejarse en cada página de su primera novela, Los muertos, editada por Mondadori. Carrión forma parte de esa generación de escritores que cree que las cosas se pueden contar de otra manera y que en lugar de inventar una ficción desde la nada, intenta cambiar la realidad de sitio, desfragmentarla y crear así algo nuevo, o, mejor dicho, desfigurado.

Los muertos se anuncia como la primera parte de una trilogía, al igual que si fuera una producción cinematográfica o televisiva. De hecho, su estilo narrativo recuerda a un tratamiento de guión muy elaborado y preciso. Todo esto llega a desconcertar: primero, porque no sabemos muy bien qué estamos leyendo, qué está pasando, de dónde salen tantísimos personajes y luego, porque desconocemos hacia dónde nos está llevando el autor. ¿Es un relato cerrado, es meramente la presentación de algo por venir?

Sin entrar en demasiados spoilers, Carrión pretende contar en tres novelas la historia de Carrington y Alvares, los creadores de una serie de televisión llamada precisamente Los muertos y que supuestamente habría sido un éxito monumental en todo el mundo a principios de la segunda década del siglo XXI. En esta primera entrega, Carrington y Alvares aparecen de manera muy tangencial: nombres dentro de los ensayos no demasiado logrados que se incluyen al finalizar cada sección de la novela –o temporada de la serie-, aunque ya se intuye que serán clave en las siguientes entregas.

Aquí, Carrión se mueve en aguas pantanosas. Su intento revolucionario no siempre se acerca a la brillantez y a veces se queda en un punto presuntuoso. La serie que él mismo crea –ni Alvares ni Carrington, él- y expone durante dieciséis capítulos puede llegar a resultar interesante: un universo de ciencia ficción confuso, delirante en ocasiones, pero con verdaderos hallazgos. El problema es que eso se junta con un exceso de intertextualidades y referencias a personajes y series de televisión que sin duda perderán al lector no iniciado.

Nos enfrentamos aquí con su concepción de la “metanovela”, por así llamarla. Los muertos, como quedó dicho, queda dividida en dos secciones o temporadas: cada una incluye ocho capítulos y al final hay un supuesto ensayo escrito desde el futuro que analiza la serie, es decir, la novela. Carrión se sale de la obra para hablar de la obra, como ya hiciera Cervantes hace cuatrocientos años, pero cuesta no advertir algo impostado en todo ello. Estos ensayos están llenos de claves, de interpretaciones sobre lo que acabamos de leer. Algunas ayudan, otras forman un mero “name-dropping” excesivo.

Puede que no sea una mala idea, pero no parece demasiado bien ejecutada. Uno no puede evitar imaginarse al autor entusiasta deleitándose en lo que acaba de escribir y llenándolo todo de un aire postmoderno de referencias mezcladas y agitadas: política, semiótica, estética, literatura…

Sin esos dos ensayos aclaratorios, fechados en 2012 pero sin referencia a evento alguno posterior a 2009 -como es lógico, porque el libro no deja de estar escrito en 2009- es posible que nos perdiéramos. También es posible que el trabajo del escritor sea precisamente guiar al lector de manera más sutil que incluir un supuesto recorte de periódico en el que él mismo explica todo lo anterior. También es posible que esos ensayos, aunque minen notablemente la credibilidad y la calidad de esta primera novela, sean imprescindibles para entender las dos siguientes. Es un riesgo apostar tanto al futuro, pero queda dicho que Carrión es un hombre de riesgos y lleno de entusiasmo.

La lectura de “Los muertos” es recomendable, aun teniendo en cuenta todas estas dudas que plantea. Es algo realmente nuevo y por momentos apasionante, aunque caiga en ciertos excesos y absurdos. Ser lector a menudo supone también tener paciencia. Esperaremos a las siguientes entregas para hacer una valoración más global.