Víctor Alfaro dice que echa de menos mis posts más personales porque su recuerdo de mi vida privada era una sucesión de fiestas, estrenos, actrices y casualidades. Literatura, en una palabra. Las cosas, desgraciadamente, ya no son así, sino mucho más prosaicas. Un mundo de doctores, revisiones y Unidades de Vigilancia Intensivas.
Empecemos por esto último: no podía imaginar hasta qué punto la baja de Fer Cabezas -postoperatorio complicado, nada grave, pero mucha tensión- iba a alterarnos a todos, especialmente a mí, como si en realidad estuviéramos acostumbrados a que él apagara todos los fuegos y en cuanto ha tenido que tomarse la baja los demás nos hubiéramos quedado con la ansiedad del pirómano. Mi humor es espantoso. Realmente me cuesta recordar algo parecido. No sólo el humor sino una especie de tensión constante que me agota y me consume.
Eso no parece suficiente problema para mi urólogo y supongo que son buenas noticias. Mi uretra está como nunca. No saben cuánto quiero a mi uretra. Como las molestias siguen sugiere alternativas un poco dudosas, casi sacadas del tercer capítulo de "Caro Diario", la película de Nanni Moretti. Algo eufórico quedo con Hache en la esquina de Narváez y cogemos juntos el autobús. Ella llora y yo le cojo la cabeza y le paso los dedos por el pelo y le beso la cabeza como a un niño pequeño.
There, there.
En el autobús hay tangana y golpes en la cabeza. Discutimos sobre si el anti-eslogan perfecto sería "No os preocupéis, ya me encargo yo de arreglar esto yo solito. org" o "Esto solo lo arreglamos encendiendo el móvil de Álida. org". Ustedes, lógicamente, no pueden entender nada de lo que les estoy contando, pero ya les digo: es vida privada. En casa de Hache, esperamos noticias y reparadores del gas. Ayer tuvo una fuga y está preocupada. Yo, ya digo, estoy muy preocupado y cansado y necesito seguir cogiéndole del pelo y besándole la cabeza y probablemente necesite que ella haga lo mismo conmigo o que nos miremos como si nos quisiéramos mientras suena una canción de Dawson Crece.
Pero no nos queremos. Como mucho podemos jugar a pareja de novios recién mudada a un piso en el que hay un escape de gas y que se preocupa cuando el técnico dice "esto es más que grave, es mortal, ¿cuánto lleváis con este olor?" y nos habla de nuestros conejos y yo bajo a sacar dinero para pagar y me siento como un personaje de Amélie Nothomb y pienso que quizá podría vivir esta vida falsa unos meses más, porque yo nunca me he mudado con una chica a una casa nueva, nunca he solucionado escapes de gas, ningún técnico de ninguna clase habló jamás de "nuestros conejos" y si he sacado dinero por alguna chica alguna vez probablemente fuera para quedármelo.
Hache habla de náuseas y vómitos. Médicos, de nuevo. Pruebas que diagnosticaron una enfermedad improbable. El tipo la mira y dice: "Eso es una intoxicación por monóxido de carbono". Sensacional. Los médicos, está claro, diagnostican cualquier cosa con tal de quitarse a un paciente encima. Suerte que no tiene cita para que la operen de vete a saber qué el 25 de marzo, porque por momentos pareció su destino.
Entonces pienso que quizás yo también esté intoxicado: que el cansancio y las molestias vagas e injustificadas, las mismas que hasta enfadan a mi médico, son producto de un escape de gas que está acabando conmigo. Solo que en casa no tengo gas, así que debe de ser una mezcla de tensiones: paro, amigos en la UVI, revisiones postoperatorias...
Y en el fondo es una pena, porque reparar un calentador, por lo visto, puede llegar a ser algo realmente sucio pero difícil, lo que se dice difícil, no, así que seguiré partiéndome la cara con cada email que reciba por inofensivo que parezca.