miércoles, marzo 31, 2010

Marcel Duchamp



Hache tiene que hacer un trabajo sobre Marcel Duchamp y su "L.H.O.O.Q." y yo le envío unas cuantas hojas que escribí en su momento, cuando tenía 22 años, estaba fascinado por el personaje y pasaba las mañanas en la biblioteca del Reina Sofía mientras Dani Pacios buscaba libros sobre Erik Satie. Ahora, cuando nos llamamos, solo hablamos de Cristiano Ronaldo. Pronto empezaremos a discutir si Lady Gaga tiene pene o no.

Por cierto, ¿me gusta Lady Gaga o no? No dejo de preguntármelo.

El caso es que Hache habla de Duchamp y yo recuerdo al hombre que imagino como Marcel: sentado, tranquilo, fumando lo que fuera, reinventando, definiéndose como egomaniaco, recordando los años de entreguerras en Suiza con los dadaístas y los de la II Guerra Mundial en Nueva York con Peggy Guggenheim. Así también transgredo yo. Una fascinación por la homosexualidad que le hacía bordear la homofobia estética en algunas ocasiones.

Pasión por el ajedrez. Duchamp, forrado y en Nueva York o en el sur de Francia, pasando casi toda su vida jugando al ajedrez, completamente callado y dejando que los demás interpretaran su obra. Una figura de culto que solo estuvo activo aproximadamente una década. Después, el silencio. Un silencio buscado y estético. Silencio de egomaníaco.

Si yo quisiera ser alguien, probablemente quisiera ser Duchamp, de ahí la fascinación. El hombre que se quedó con todo el mundo y que él mismo sabía que se había quedado con todo el mundo. You´re face to face with the man who sold the world. Marcel Duchamp se hizo muy amigo del joven compositor estadounidense John Cage y le enseñó algunas cosas sobre el silencio y el ajedrez, claro. Cage era homosexual, por cierto, y a veces se sentía escandalizado con algunos comentarios, pero era Marcel, al fin y al cabo. Un tipo que definió la I Guerra Mundial como "amusant". Ni siquiera "divertida", sino más bien "entretenida".

Le puso unos bigotes a La Gioconda y llamó a Leonardo maricón. El verdadero Código Da Vinci. Cage sorprendió al mundo con la desconcertante 4´33". Si quieren que les sea sincero, Duchamp era un egomaníaco pero Cage era un tipo que se tomaba a sí mismo demasiado en serio. Si no fuera por ese detalle, a mí aquello de 4´33" me hubiera hecho gracia. Vean el vídeo un momento, que estamos de vacaciones:



Pero había ahí demasiada pose presuntuosa y muy poco silencio verdadero. Siempre fue mi impresión, al menos, y yo me equivoco mucho. Duchamp pasaba. Él recordaba en las entrevistas una expresión francesa que viene a decir: "Eres tonto como un pintor". Y yo no quería ser tonto, contestaba. No le hubiera importado que Dani, años después, definiera su "Gran Vidrio" como "La Gran Birria".

Y ese sería un resumen perfecto de toda su obra, si tuviera que aconsejar a una estudiante de master.