El cartel con la cara angustiada de Ana Torrent reflejada en una pantalla de tonos azul y blanco estuvo en el Metro durante meses. Era la primavera de 1996 y a mí eso de "Tesis" no podía sonarme más que a dialéctica hegeliana. Por supuesto, ni conocía al director ni había oído hablar de la película. Eso hasta los carteles y el llamado "boca a boca". Creo que ya he dicho antes que, con 19 años, nuestro gusto por el cine español era escaso. Donde estuviera una buena película serbocroata o algún ciclo de la filmoteca...
T. y yo fuimos a ver la película con ese punto irritante de superioridad moral adolescente, en plan "a nosotros no nos la dan con esto". No sabíamos ni de qué iba, pero, bueno, si el Fotogramas se empeñaba... Y vaya si nos la dieron. Nos la dieron en toda la cara. Al instante, como pasó con "El día de la bestia", nos dimos cuenta de que algo serio estaba cambiando. Algo que cambiaba a su vez nuestros propios esquemas, es decir, a nosotros. Una película española de suspense, aquel plano-contraplano maravilloso en el que Ana Torrent y Fele Martínez están escuchando cada uno una canción distinta mientras se miran, las apariciones de Eduardo Noriega cámara en mano en la habitación de la chica, esa pelea final en la que no sabes exactamente quién es el malo y quién no. Por último, el eslogan, magnífico: "Me llamo Ángela. Me van a matar", y la clásica parsimonia de los perversos en los momentos clave. En este caso la de Xavier Elorriaga, rescatado y luego de nuevo desaparecido.
A mí lo que más me sorprendió, he de reconocerlo, es la pelea final que comentaba antes. Yo era muy listo. Yo iba de listo. Y me impresionó que "el niño Amenábar" fuera más listo que yo. Que no tuviera ni idea de por dónde iba a ir el giro: si el chico del buen rollo en realidad sería un asesino en serie o si el chulito guaperas en realidad sería un galán salvador. A partir de ese momento, la fiebre: "Himenóptero" y demás cutreces de la Complutense. El resto es historia.
Un par de meses después, si llegó, vimos "Tierra", de Julio Medem. Es complicado que dos de las mejores películas del cine español se estrenen con meses de diferencia. "Tierra" era otra cosa, pero ya lo sabíamos porque habíamos visto "La ardilla roja" y "Vacas". "Tierra" era un derroche de complicidad y sutilezas. Pedantería, en ocasiones, pero una pedantería tan talentosa. Era Carmelo Gómez en cada plano y es complicado que alguien me convenza de que hay una actuación mejor, en cualquier película de cualquier nacionalidad, mejor que la de Carmelo Gómez en "Tierra". Quizás alguna cosa de Al Pacino o de Eduard Fernández.
"Tierra" tenía un final parecido: no había manera de saber con qué chica se quedaría al final. Yo creo que todos esperábamos que fuera Silke. Si lo piensas bien, Emma Suárez no dejaba de ser una pobre viuda con un niño y un abuelo a su cargo, así que igual le venía mejor un Carmelo Gómez. Pero nosotros nos enamoramos de Silke y de aquella fabulosa y torridísima escena de sexo donde ambos juegan a correrse sin tocarse.
Una vez una chica me dijo que eso era posible, pero esa chica decía unas chorradas enormes.
Silke. Esto me recuerda a que tendría que haber hablado de "Hola, ¿estás sola?" 1996, también, si no me equivoco. No voy a abrir otra ventana para mirarlo. Debería haber hablado de Álex Angulo y Candela Peña y de "Airbag", aunque fuera un año posterior, con su "tortilla rusa" y su Albert Pla haciendo de sacerdote con móvil -por entonces, entiéndalo, una excentricidad-, pero si me pusiera a eso, ¿dónde acabaría? En Alberto San Juan, en Paz Vega, en Maribel Verdú y Antonio Resines rescatados para "La buena estrella" o incluso, retrocediendo, en "Jamón, jamón" y ahí ya nos dan los Oscars y les aburro a todos ustedes.
No es plan.